lunes, 18 de diciembre de 2006

Yo, vampiro (el deja vu de ver a quien imaginaste)

Estaba esperando junto a la boca del metro, apoyado en un puesto de la once cerrado, caía la noche y un frío de consideración, pero había tenido la buena/mala suerte de aparcar a la primera, y claro, estaba antes de la hora en el lugar acordado, y sin un bar al lado donde guarecerme.

Mis innatos nervios me hacían buscar con la mirada a quienes no aparecerían hasta pasados todavía unos minutos, cuando desde la gente que cruzaba por el semáforo, me llego un rayo de luz cegadora.
Entre la marabunta de gente que caminaba a sus casas o volvía de sus compras apareció una figura radiante, una preciosa muchacha, de cara serena envuelta en su larga melena rubia, su mirada perdida en el infinito y esos gestos afilados de la determinación, aunque envuelta en aparente melancolía y tristeza.

Aquella imagen fulgurante se dirigía decidida como si estuviera sola en la calle a la boca del metro, atrayendo no solo mi mirada, sino la del resto de los transeúntes.
Cubierta por una oscura capa larga. Sin indicios de cualquier otra prenda, tan solo se veían sus largas piernas.

Lo terrorífico del asunto, es que la había visto anteriormente, pero no con mis ojos, sino con mi mente, imaginando su cara mientras escribía relatos de fantasía, y sin embargo allí estaba pasando a mi lado. Hasta la había dado nombre, "Marie", en honor a la obra de L'homme y Penet, "Marie des loups", con quien mi imagen compartía rasgos de carácter, aunque quizás el aspecto físico fuera más acorde a la Michelle Pfeiffer de Lady Halcón.

Pero aun habiéndola visto con mi alma, tenerla enfrente provocaba una sensación de "deja vu" que me intranquilizaba sobremanera.
Quizás en otra realidad hubiera sido una aparición momentánea, una curiosidad, y me habría quedado esperando para tener una apacible cena entre risas y buena compañía, sin duda la elección más sensata.
Pero no en este mundo. Aquí firmé mi sentencia, cuando intrigado por la curiosidad en el fondo de mi alma decidí seguir a la dulce caperucita por los pasillos del metro, intentando descubrir cuanto en común había entre la creación de mi mente y la persona real.
En estos momentos olvide por completo como el refrán avisaba de la muerte del gato, y la adrenalina recorrió mi cuerpo como la gasolina da energía a los coches, aunque también como esta era inflamable.

Pero claro, uno no es precisamente un detective, y la gran ciudad es un hormiguero bullicioso, así que la perdí al entrar en el vagón abarrotado. Con la decepción de mi faceta de investigador, vagabundee por los pasillos buscando retornar a la calle, sin sospechar que al girar una oscura esquina, la encontraría de nuevo, quieta y pálida, como si fuera una estatua de mármol.

Su mano me agarro el brazo, llevándome a rincones escondidos por las obras, y solitarios. En aquellos momentos no reparaba ni siquiera en el gélido contacto, puesto que el fuego que corría por mis venas compensaba la temperatura hasta que de su roce salía incluso vaho.

Una vez en soledad, donde el ruido de la gente se convirtió en susurros lejanos, me hablo al oído, y esas son las ultimas palabras que recuerdo "Si eres capaz de seguir al lobo a la oscuridad, también serás capaz de abrazarla"

Hoy, tras unos días encerrado en mi casa, vaciando la nevera, pero con un hambre atroz, he decidido volver a pisar la calle, al amparo de las tinieblas, tras recorrer mi agenda de contactos en busca quien aceptara una llamada a deshoras para un encuentro cuyo final me causaría sorpresa sino fuera por afición a la fantasía.

Se en lo que me he convertido, y me aterra, pero estoy dispuesto a continuar mi camino, iniciando una nueva "vida"
Yo, Vampiro

1 comentario:

Absurdo Rutinario dijo...

La idea de acabar como vampiro me seduce.
Carpe Noctem.