miércoles, 7 de febrero de 2007

Cristalera manchada de tinta

Un diario, una pluma, tinta y mucha nostalgia
Recuerdo un cuaderno rojo, cubiertas de hule, llenas de dibujos, símbolos de aficiones, "iconos de poder".
Una hoja utilizada para un ejercicio académico, definiciones, se arranca y vuelve a estar inmaculado.
Escenas inconexas, dibujos escritos, situaciones de adolescencia irreal, hasta que un arranque irracional lo arrancó todo. Hojas rotas, olvidos voluntarios, rejas cayendo sobre los sentidos.
A veces estaría bien conservarlo, pero era una etapa que se debía quemar y sus cenizas volar libres con el viento. La memoria sigue intacta, el papel era solo un soporte.
Pasan los años, aparecen las teclas, los diarios mutan y ya no necesitan tinta o papel, el lápiz y el boli se convierten en una flecha dirigida por un ratón, siguiendo al queso-botón, y las teclas plasman los sentimientos como antes lo hiciera la mano.
El anonimato de un nombre irreal, pero tantas veces usado, se mezcla con el exhibicionismo que permite a cualquiera leer un alma.
¿Cuanto nos atrevemos a dar y a recibir?
Quizás más de lo que pensamos, los pensamientos vuelan, y mordemos la manzana.
Abro la ventana y observo el cielo gris, encapotado de amenazas de tormentas, pero el viento giró hace tiempo, los rayos ya pasaron de largo, y los truenos se convirtieron en ecos de pasados incautos.
Decido abrir la ventana, la miro y se encoge. Agarro el martillo para tirar la pared, ya colocare una ventana más grande para entornarla cuando gire el viento y sople más fuerte.
El rítmico tic tac del reloj me recuerda que el tiempo no es sino una espiral in principio no final, tan solo la energía de una batería, que bulle soltando chispas.
Me pregunto si será posible saltar entre las ondas de ese muelle, deslizarse como por un tobogán, aunque por lo pronto no veo las escaleras para volver a subir.
De momento me contentaré con construir un columpio colgado del ahora y seguir jugando.
Mientras me balanceo, veo en la estantería las copas que retiraron de la mesa, vacías, llenas o a medias, de algunas volvería a beber, pero prefiero girar la cabeza a la bodega, done reposan los vinos preferidos, aquellos que quiero cuidar y saborear.
Es curioso, un simple mordisco a una bola de nieve, un desahogo para no pensar se ha clavado en el pecho, alguien dijo al leer que había descubierto no conocer al escritor, cuando este juraría no haber puesto nada de si mismo.
Tras releerse a si mismo, emprende una nueva etapa del viaje, quizás si que haya puesto algunos espejos en los rincones de su casa y mientras observa su reflejo y aprende de el sirve una copa para todo aquel que quiera y grita:
¡pasajeros al tren!.





1 comentario:

la cónica dijo...

Me subo al tren, si hay billetes con billetes, y si no, de polizón. Me subo al columpio. El balanceo echando un ojo atrás, pero con la seguridad de que el columpio nos empuja adelante. Cuando me baje del columpio, será en futuro... En fin, parece que la criatura de 629 ha nacido, ya puedes dejar los cigarrillos de chocolate.

Besos. Viajeros en el tiempo.