martes, 20 de marzo de 2007

El Tahur (plumas y alquitran para el tahur)

Mientras se recogen las cartas de la mesa soy cuidadoso en arrojar las que me interesan, almacenando un as en mi manga, junto al que ya inició allí la velada. A fin de cuentas de poco hubiera servido mostrar el que culminaba mi escalera de color cuando ese engreído descubrió su poker, y sin usar comodines.

Que yo conozca, las estrechas mentes de los fabricantes de barajas siguen empeñándose en fabricarlas con tan solo 4 ases, y salvo que hayan cambiado las reglas durante los últimos minutos, mi jugada era ganadora sobre la suya, pero yo soy un forastero desconocido en el pueblo y mi contrincante parece haber desarrollado sus dotes como líder dentro de esta pocilga, además de las de matón. El número de mandíbulas y balas que se verían implicadas hace más conveniente la prudencia, son las leyes no escritas del oeste.

Al igual que un halcón, que da vueltas sobre su victima, hasta que ve el momento que le dará la victoria, y se abalanza mas rápido que el pensamiento. En esta ocasión es mejor descansar, hacer que la presa se confíe, y aguardar la oportunidad, que sin duda se presentará.

Continuo la partida, utilizando de forma disimulada mis dos ases, para minimizar el efecto de las perdidas, aun resultando claramente desfavorecido en el reparto de dólares sobre la mesa

Me sorprende el dominio de la ilusión por parte de mi contrincante para que nadie se percate que su pareja de ases dentro de un full contiene dos naipes iguales, uno de ellos el que yo puse en circulación y con el que no contaba, pero que ha sabido manejar con destreza.

En parte me recuerda a mi mismo hace tiempo, cuando orgulloso pensaba alzarme sobre los demás, cometiendo errores en mi falso control de la situación y cada victoria en la vida me acercaba más a la perdición de la muerte.

La vida, esa zorra melosa que te ofrece manjares y te endulza, para luego arrancártelos y en el momento de mayor dolor darte el golpe de gracia, alimentándose del dolor.
El mundo esta equivocado, y cae rodando velozmente por raíles que debieron quedar olvidados en la oscuridad, y sin embargo rigen los destinos que creemos ingenuamente cruzar con libertad.

Mientras la montaña de sus ganancias aumenta vertiginosamente, las hermosas mujeres del saloon se le arremolinan hasta que ya saciados sus bolsillos elige a una de ellas, quizás la mas hermosa, no se le puede negar el buen gusto.

Con mascara de disgusto por la aciaga velada de juego, siendo otro anónimo desplumado, me refugio en la oscuridad de la mesa mas alejada mientras apuro los sorbos de mi vaso, observando en la distancia como mi victima se relame en su aparente superioridad, pavoneándose entre criaturas inferiores.

Aprendo sus movimientos y como desconoce el concepto de mantener la guardia alta. Analizo sus puntos débiles y como destrozarle de un solo golpe, cuando siento una mirada cruzarse. Su acompañante, antes aparentemente sedienta de dinero, perversión y alcohol, ahora interrumpe el lazo de mis ojos, marcando el terreno, como un depredador defiende su presa de los carroñeros, pero este cervatillo aún no ha sido cazado, o tal vez si, y el corre sin saberlo todavía.

Incomodo, o mas bien sin ganas de jugar por la posición de la nueva ficha en el tablero, abandono la escena, a fin de cuentas ya tengo la información que buscaba, al personaje mas rico y poderoso del lugar, también el mas peligroso, y nunca derrotado, seguramente por sus artimañas.
Que esa mujer se crea vencedora no me molesta pues ni siquiera sospecha la magnitud del juego al que se enfrenta, y al final casi me debería agradecer que la libre de esa alimaña.

Espero varias horas en el sucio y maloliente callejón, escuchando la música que no cesa, guarecido en la oscuridad mientras limpio de forma minuciosa mi revolver, afinando esa precisa arma de matar. Se que no me seria necesaria para mis fines, pero el paso me ha otorgado el convencimiento de que camuflando mi existencia tras las armas mortales, y manteniendo silenciadas las leyendas, era más fácil pasar desapercibido, sin otros riesgos que los estrictamente necesarios.

Metódicamente desmonto, limpio y vuelvo a montar el tambor del arma, tratándola con la suavidad reservada a una dama amada, y susurrando historias sin final en los huecos donde alojare las frías balas.
Se acerca inexorable el amanecer, por lo que agudizo mis sentidos, evitando dejar nada a la improvisación, repasando la escena una y otra vez, como una lección de historia, por que no cabe duda del resultado.

Por fin, tras la interminable espera, la puerta posterior se abre, dando paso a mi victima en su sigilosa retirada allá donde los rayos solares no horaden su malsana faz. Tratando de no ser descubierto, es arrancado por sorpresa del suelo y golpeado contra la oscura pared, donde le sostengo del cuello.

Con una simple mirada a sus ojos, veo que ha entendido la situación, se trata de un ser diabólico, un vampiro, que habitualmente utiliza sus capacidades especiales para derrotar a todo aquel que osa hacerle frente, hipnotizando por doquier para que todos, y todas, hagan su voluntad, disfrutando su condición, supuestamente única.
Pero ahora ha encontrado la horma de su zapato, al cruzarse con un congénere, y además con uno con muy mal perder.

Sin ningún tipo de pasión, con la misma frialdad mecánica con la que limpiaba mi arma poco tiempo antes, le arranco la yugular de un bocado, privándole de la sangre robada, que impiamente hacia circular por su cuerpo.
Teniéndole temporalmente indefenso, debilitado por la perdida de su botín, recojo la estaca que había dejado preparada, y metódicamente, como quien lo ha practicado cientos de veces, perforo su corazón, viéndole consumirse rápidamente ante mis ojos, hasta que tan solo queda un montón de ceniza, que empieza a esparcirse con el viento.

No puedo permitir que nuestra especie vaya creciendo, o la gente recordara antiguas leyendas, me conviene mas ser un lobo solitario, sin nadie con quien repartir el tesoro carmesí.

Entonces reparo en su acompañante a quien al parecer se llevaba a su morada diurna, tal vez para divertirse, seguro para alimentarse. Parece que al final le he hecho un favor a esta fierecilla salvaje.

Sin ganas de mas entuertos por hoy, la gruño, mostrando mis colmillos ensangrentados, un alma corriente habría huido aterrorizada, pero ella se queda quieta, serena mirándome a los ojos.

Sin poder evitar que el desconcierto se apodere de mi rostro la interrogo con la mirada, y ella me pide acompañarme, conocer los secretos de la noche eterna.

Quizás la subestime antes, creo que podré divertirme con ella durante unos cuantos siglos. Ni siquiera se que quien de los dos ganara cuando nos cansemos, pero merecerá la pena descubrirlo.



3 comentarios:

la cónica dijo...

Bueno, bueno, bueno... tus vampiros son insaciables. Me alegra que utilices la estaca en contexto. El concepto me va quedando más claro.

Sabe más el vampiro por viejo que por vampiro, supongo. El protagonista es sabio. Qué dominio de la situación.

Aunque después de ser tan calculador, estar con la chica unos cuantos siglos me parece una decisión que toma muy a la ligera. (Habría que ver a la chica), Aunque dices que sólo es para divertirse... ¿qué son unos cuantos siglos para un ser eterno?

En cualquier caso, esto no es batallar cada amor.

Un beso. Sin palillos, espinas ni estacas.

Kaos Baggins dijo...

el muchacho se queria quitar competencia, pero una cosa es quitarse problemas, y otra que le sirviera la compañia jejeje

al final, voy a conseguir que penseis en vampiros cuando veais un palillero jajajaja

la cónica dijo...

Yo ya pienso. Cuando abro el mueble de la cocina, ahí estan. El palillero y la caja de palillos. Me dan ganas de echar alguno al bolso, por si las moscas.

Claro, claro. Lo de pasar con ella unos siglos es accidental. Pero me hizo gracia. Como si fuera una noche sólo. Hala, unos pocos siglos. A ver qué pasa.