jueves, 27 de diciembre de 2007

El largo viaje de vuelta en el tren



Marcel succionaba aquellas gotas carmesí como si la fuera en ello, con el mismo ansia con que un bebe se aferra al pecho de su madre.
Y en verdad que dichas afirmaciones no podían ser más ciertas.

Mientras apuraba el jugo de aquel cuerpo no perdía de vista la entrada de su escondite.
Conocía sus limitaciones y que a la larga perdería en un enfrentamiento abierto con los hombres, por lo que se escondía permanentemente, evitando levantar sospechas de su existencia.

Estos instintos de conservación se dan todas las especies, pero con más hincapié en aquellas que comparten la condición de presas y cazadores al mismo tiempo, pues conocen de ambas caras de la moneda, y por ende, Marcel se debía no solo a si mismo, sino también a su madre, impedida y a quien debía alimentar.

Infectado por la enfermedad en el útero materno, nació deforme, más bestia que hombre, con órganos extraños para la matrona y una boca incapaz de albergar su mandíbula, anticipo de sus armas.

Los propios familiares y vecinos le repudiaron, alertando a las fuerzas de seguridad para que acabaran con su vida. El, que aun no había tenido tiempo de cometer maldad alguna y ya descubrió el lado amargo del mundo.

Su madre se sobrepuso a la debilidad, y a los desgarros del parto, robando el diminuto cuerpo de las dependencias de la matrona, huyendo en la oscuridad, aunque allí se dejara la cordura, perdida al ver las alteraciones de su hijo.

Desde entonces ambos han huido por todo el mundo, sin atreverse a permanecer mucho tiempo en el mismo lugar, y ahora que ella siente los rigores de la edad, es Marcel el encargado de velar por el sustento de ambos, presos en aquel túnel por la incapacidad de su madre, cada vez en peor estado.

Como solía hacer cuando el hambre acuciaba, esta noche se escondió en el tren, esperando a que quedara casi vacío a excepción de una joven, tan linda con sus zapatos rosas y el pelo suelto sobre los hombros.
Desde el hueco del conducto de ventilación, en el techo del vagón, Marcel admiraba los juveniles atributos que encerraba un sujetador anaranjado y que desde aquella posición dejaba expuesto su generoso escote.

Turbado por la visión de aquella joven que volvía a su hogar después de divertirse, sintió envidia, deseo de compartir una vida normal, pero se recordó a si mismo lo acuciante de su misión, y los desastres ocurridos cuando en otras ocasiones había tratado de acercarse a las que iban a ser sus victimas.

El gas comenzó a filtrarse por las rejillas, como solía ser el procedimiento habitual. Sustancias que robaba para evitar que sus presas pudieran alarmarse antes de tiempo, y en una escena repetida tantas veces, la joven iba sumiéndose en el letargo, achacándolo a la hora y al cansancio acumulado, mientras luchaba con el libro que sostenía, tratando de leer inútilmente.

En un gesto postrero se cubrió con un fino jersey rosa que pese a dejar adivinar sus formas, enfureció a Marcel, privado de la admirable visión. El malestar le llevo a rasgar algunos de los cables eléctricos, provocando con su agitación fallos en el fluido eléctrico que iluminaba el vagón.

De repente algunos de los fluorescentes iban fallando alternativamente, mientras otros se apagaban, quedando todo en una penumbra inquietante.
A punto estuvo de levantarse en la primera estación, luchando con sus propios párpados, cuando algunas de las puertas se abrieron y cerraron sin aviso previo.

La espera en la estación, tan dilatada como es habitual a altas horas, crispaba los nervios de ambos, el cazador inquieto, calibrando el momento adecuado para abalanzarse, ella incauto cervatillo, que llego a levantarse para observar el anden vacío, agarrada a la barra, esperando un aviso por megafonía que la resignara a esperar al siguiente tren, pero la liberara de aquella atmósfera tensa.

Por un instante alcanzó la maneta de la puerta, a punto de abrirla para bajarse, pero el pitido anunciando el inicio de la marcha la retrajo de su intención. Nerviosa, con un sentimiento más parecido al que hubiera sido normal cuando la puerta nos deja en el andén, sin poder alcanzar el espacio seguro, se volvió a sentar.

Marcel fue ahora cuidadoso, no quería que aquellos cables volvieran a poner en peligro su alimento, y el de su madre, a la que olvido por la visión de aquel sujetador naranja.
Al fin y al cabo no dejaba de ser un adolescente solitario, con ansias de sentirse unido a algo o alguien, pero tantas veces sufrió los fracasos que se clavaban en su alma como luego lo harían sus colmillos en sus cuellos.

Primero lo miraban con terror, después con sorpresa, pasando a la burla cuando veían sus intenciones amorosas, riéndose de su aspecto, y rechazándolo, para finalizar mirándolo con terror al comprender las consecuencias de su rechazo.

La muchacha fue sintiendo caer sus párpados, cansada por los esfuerzos del día, reposando su cabeza en la barra, hasta dormir profundamente.

Aquí llegaba el momento donde el bajaba, soltando con cuidado la plancha del techo del vagón, que quedaba a oscuras.
No tardaría en aparecer el técnico de mantenimiento, pero el ya estaría lejos, con su presa profundamente dormida en su hombro, camino de su guarida, donde su carne serviría para alimentarles a el y a su madre.

Quizás cuando ella muriera fuera capaz de volver a enfrentar su rostro deforme a la prueba del amor, mientras se conformaría con su sangre.



¿quién no ha vuelto en el tren despues de un largo de trabajo o quizas de diversión?
en cualquier caso, cuantas veces no nos habra asaltado el cansancio en un vagon desierto, o casi.
¿Y cuantas veces las luces o las puertas habran hecho efectos extraños?.

2 comentarios:

María Jesús Siva dijo...

Que escalorfriante. Podía haber sido vegetariano y asaltar campos frutales o viñedos... aunque creo que al final no se la comerá. Me parece que le ha calado hondo la visión de esta chica en particular. Ni siquiera creo que llegue a morir y quién sabe si cuando recobre el sentido no surja algo parecido a: "La bella y la bestia", en algo me lo ha recordado.
Besos.
P.D. ¿El nombre de Marcelle en masculino no se escribiria sin la "l" y la "e" finales? osea Marcel. Me parece que está en femenino y eso al principio me confundió y tuve que releerlo para saber exactamente el sexo del personaje.

Kaos Baggins dijo...

Algun parecido tiene la historia, pero en este caso, la madre de la bestia, al mas puro estilo de la madre de norman bates se encargaria de inlfuir sobre el futuro de su posible nuera

no se, Marcel es un crio, pero no termino de ver ese final "feliz" :)

y si, el nombre en masculino es Marcel, ya lo he cambiado, aunque no me termina de convencer asi, en fin, estos franceses estan locos como diria el buen obelix