viernes, 11 de abril de 2008

Leyendas de un peregrino (II): Desandando una vida



Caminaba despreocupado por una colina más, en medio de la nada, absorto en mis pensamientos.
No puedo decir que fuera un peregrino al uso, gorro de south park, camiseta de Raül López en los jazz con el 24 a la espalda, y picoteando de los 100 gramos de cecina comprados en la última tienda de León, y que atados a la fiel vara me acompañarían esa primera mañana.
No, aun no estaba integrado, y se debía notar, pero aún así me bastaba para descubrir detalles, como que al cruzarme con otro peregrino nos saludaríamos hermanados:
- Buen camino!
- Buen camino!

Pero subiendo por aquel camino algo me llamó la atención y es que alguien bajaba en mi dirección, pero caminando hacia atrás.
Sería un hombre de unos setenta y algunos años, marcado por los rigores de una vida esforzada, ganándose cada miga de pan, y de cuerpo delgado como un susurro, pero visiblemente fuerte por pura voluntad.

No pude evitar acompañar el saludo habitual, con una mirada curiosa y al ver que se detenía en una fuente cercana a beber acudí a interesarme por su camino.

Prejubilado hacia ya años, y solo por la muerte de su esposa, había decidido emprender el camino desde Santiago hasta Roncesvalles, mirando siempre al oeste, desandando con calma los senderos que tantas veces recorrió en su juventud, y de los que ahora, casi como un canto del cisne, se despedía para empezar a vivir con su hija en América.
Sus ojos guardaban sabidurías olvidadas, y me enterneció mientras le deseaba suerte en su senda.

Aquél misma jornada, no pude evitar mirar de otra forma cada cara con la que me cruzaba, aunque sorteáramos las mismas piedras y bebiéramos de las mismas fuentes, cada camino era distinto, incluso algunos los inventaban, por que no siempre las baldosas amarillas están señalizadas, y a veces necesitamos soplar para levantar el polvo que las recubre.

Hubiera podido pensar que aquel hombre desearía volver a su vieja vida, y seguro que la echaría de menos, pero en lugar de llorarla, se despedía de ella para volver a empezar.

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La música es de Marie-Élaine Thibert, la sorpresa que me he encontrado hoy en el youtube, y no me puedo resistir a poner el video donde la descubrí, el “C'est ça, le Jazz” (All that Jazz), donde ella canta en segundo lugar acompañada de Véronic Dicaire, Annie Villeneuve y Marie-Mai Bouchard, a las cuales también me permito recomendar

2 comentarios:

la cónica dijo...

¡Buen camino!

Bea dijo...

Caminante se hace camino al andar...
Y en este camino encontré mucha ternura ;)
Besos