viernes, 23 de enero de 2009

Liquid boy



La lluvia cayó empapando el suelo, formó charcos y riachuelos por las abandonadas calles y siguió cayendo sin dar respiro.

Hasta que en uno de esos pequeños torrentes se mezcló con unas lagrimas inútiles, el único fruto inerte de un amor desperdiciado.

La sal de aquellos pedacitos de sufrimiento causó efecto a la lluvia.
Rabia inclemente, lamentos y autocompasión, una mala mezcla para un viernes solitario en el callejón donde solo había un viejo gato.

El agua se arremolinó en torno a las lagrimas como un torbellino, llenándose a si mismas, hasta adquirir consistencia. Primero gelatinosa y después ir compactándose según se elevaba el montón de pena con forma.

Los ojos del gato, que había visto demasiado mundo no podían apartarse, frente a si tenia un humano joven y transparente como un charco.
Y al trasluz se distinguía su alma desconsolada.

Cuando el joven se irguió y tomo algunas ropas tiradas por el suelo, se percato al fin de su espectador.
Sonriéndole alargó la mano, con unos dedos líquidos que parecían fluir mas que moverse.

Sus caricias eran húmedas, pero reconfortantes, como llorar en un hombro amigo, y el gato se dejo llevar, diluyéndose en los brazos de aquel desdichado.

Pronto, una discreta cabellera cubrió su cabeza, parduzca como el minino que antes habitara el callejón, y el agua de su rostro adquirió tonos menos llamativos que la nada anterior.

Fuera, la calle seguía desierta, solo algunos coches y algún transeúnte despistado desafiaban al temporal.
Y las luces de aquel bar.

En aquélla barra olvidada, donde varias personas saboreaban soledad a tragos lentos, estaba sentada ella, la joven cuyas le dieron vida, y su vida la pertenecía.

Su tristeza ahogada en unos ojos cerrados, el rimel descolorido y repartido por las mejillas y su sonrisa olvidada.

Se reconocieron enseguida, nada más sentarse a su lado, y salieron agarrados del bar, sin que nadie se fijara.




A la mañana siguiente sus vecinos encontraron un charco en la puerta del piso, y ojeras tatuadas en su ojos al salir.

El gato maullaba melancólico en el callejón y la vida continuaba, sin el joven liquido que la ayudo a mitigar el dolor aquella noche solitaria.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

según se elevaba el montón de pena con forma

Todas las palabras con que vengo intentando describir la sensación que me produjo esa imagen se convierten en agua.

Me recuerda al final de Abyss, y a los lunes cuando me levanto de la cama.

Kaos Baggins dijo...

no recuerdo el finl de abyss, pero si, puede encajar con un lunespor la mañana
o incluso aun mas con un domingo por la noche despues del peor fn de semana

curioso comodesvarian las cosas, por que todo surgio de est frase:
"liquid boy, you know all the stories
it's been there since the first cold morning."
de la cancion "Glue" de Chrstina Rosenvinge