El niño vampiro saltaba por las brumas del tiempo,
girando la peonza de la vida,
soñando con tus labios
y atado a un mechón de tu pelo al viento.
Más de mil años y un solo beso en el zurrón,
aquel que la dama de la noche
le mordió por sorpresa
y no logró atrapar.
Un beso y un mordisco tatuados al corazón.
Su alma durante siglos errante,
esclavo egipcio,
soldado romano,
caballero y artista,
incluso ejecutivo por buscarte.
Pero siempre le huyes escurridiza
con su alma en el bolsillo.
El sol le vuelve a sorprender llorando,
por no saber responder aquel mordisco
con un lazo de pasión,
pero es tarde, muy tarde…
Sin futuro que esperar,
sin presente que vivir,
sin pasado que querer recordar,
ni hogar al que huir.
Aprender de él,
no desperdiciéis ningún beso
o la dama vampira os añadirá a su colección.