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miércoles, 16 de diciembre de 2009

Sombras de la memoria



Me sirvo otra copa sin escatimar el ron mientras continuo mirando la pared vacía, un muro desnudo y blanco, pero mis ojos la ven a ella, su negra melena y esa piel pálida en la que resaltan los labios de un carmesí profundo y húmedo, goteante.
Las gotas de sangre caen delicadas de sus colmillos tratando de no hacer ruido al impactar en el suelo, donde bailan y se deslizan en la madera.

Sé que ese fulgor vital ha salido de mi cuello, igual que se que no la estoy viendo, que tan solo se trata de un recuerdo silueteado en una sombra, pero mis sentidos continúan anclados en aquella noche.

La acababa de conocer, parecía desvalida en el frio sobre aquel montón de nieve, y la ofrecí calor, vino, una cama donde reposar, sin que surtiera efecto, porque ella era muy consciente de la única forma en que podría haberla ayudado y se resistía.
Yo por el contrario era consciente de sus reservas, las defensas levantadas ante pasadas heridas, que jamás cerraría el tiempo, y es que nos engañamos cuando afirmamos que las arenas del tiempo lo curan todo, jamás pueden con las heridas del corazón.
Sus ojos traslucían pena, compasión, pero también una firme determinación, la de aquellos que han consagrado su vida a una misión. Más tarde me enteré que había jurado vengarse de aquel que la convirtió, pervirtiendo su alma, y que además la había arrebatado su nueva no-vida, acabando con alguien importante para ella.

Enamorado de aquellos ojos, y su mirada firme, solo pude rendirme a mi subconsciente que conocía mejor que yo mismo lo que debía hacer.

Al principio se resistió, no quería, incluso después, tal como ahora la veo erguida delante mío, estaba consumida por la pena de haberse alimentado de mi.
Mientras las gotas caían trataba de explicar, más para ella misma que para mí, que no podía permitirse corromperme, no quería verme convertido en un nuevo vampiro condenado a vagar sin rumbo ni alma, lo que solo la dejaba una opción, saciarse hasta dejarme tan seco que no volviera a levantarme.

No me importó, como tampoco me importa que ahora mi casa permanezca vacía porque afirmen que está encantada. Además es cierto, me deje llevar en su mordisco, pero me negué a abandonar el mundo tal como lo conocemos, esperando que algún día vuelva aquí y la vea en realidad, no tan solo un recuerdo sobre la pared, una sombra de la memoria.

Tan solo me dejo su nombre, Marie.



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Vuelvo a escribir de Marie, mi Marie, mi vampira preferida, que continua susurrándome sus aventuras mientras persigue a Pierre.
Aún no ha descubierto que ocurrió en el faro, cuando ya pensaba haber escapado a la maldición gracias a los rayos de sol y a aquella joven.
Solo sabe que despertó en una habitación de un faro desconocido, encima de un charco de sangre, y que allí había estado Pierre.
Lo perseguiría y lo haría sufrir, no por convertirla en vampiro hace tantos años, sino por volver a traerla, el demonio sabe cómo, y especialmente si eso implicó algún daño para su joven compañera, de quien sospecha que era la sangre.

Mientras tanto sus susurros son deslavazados, trata de orientarse, y yo me siento como el narrador de este relato, intentando ordenar su historia.

En cualquier caso, todos sus sususrros estan en la eqtiqueta Luna de sangre

domingo, 16 de agosto de 2009

Extraña resaca


Como cada amanecer dominical quería morirse, odiaba a sus vecinos, tapiaría las ventanas y le metería la moto por el culo al niñato que aceleraba en la calle.
Si habéis tenido alguna resaca sabréis bien como es la sensación, y entre nosotros, ahora que no nos lee nadie, todos los presentes hemos sufrido unas cuantas.
Marie no tenia problemas con las copas, otra historia eran sus “victimas”, y si, os vuelvo a escribir de mi favorita vampira personal.

Imaginad beberle la sangre al incauto de turno, que previamente había confundido sus venas con una destilería y después el abrazo de Marie con deseo sexual, ella solo quería alimentarse de sus venas, y el whisky corroer su hígado, solo tenian en comun lo nocivo del final.

¿qué demonios habría bebido aquel imbecil? imposible saberlo a estas alturas, pero eso si que era un buen bloody marie cargado. Debería recordar no volver a alimentarse de la sangre de alguien así.

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El video hoy no pertenece a ninguna cancion, sino a un anuncio, pero ¡que anuncio!
glorioso cantona... au revoir

sábado, 18 de julio de 2009

¿que hay detras de una mirada?

Para retornar aqui, no podia ser de otra manera, sino con un relato de una vampira... de Marie
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Mi nombre es Marie.... mis apellidos no importan ya, en realidad hace tiempo que ni los recuerdo, ni lo intento por lo que duelen.

Que sentido tiene el legado de una estirpe cuando has mirado al abismo y la oscuridad te ha devuelto tu rostro reflejado en el humo de las cenizas del futuro.

Tan solo queda huir, y tan solo se te ofrece una dirección, caer.
Aunque te niegues y corras, pero solo retrasas el momento.

Quizás me imaginéis apoyada en una barra oscura y envuelta en humo, con una jarra de cerveza o un vaso de alcohol en la mano. El diablo sabe de vicios en las atmósferas mas sórdidas.
Ese encanto bohemio de los seres autodestructivos, quejándose de su propia complacencia y disfrutando de las vistas por la pendiente, de su mundo yéndose a la mierda, y celebrándolo entre caladas.

Si, solemos esa imagen, pero no es el caso, estamos en un mes de julio soleado y caluroso, jovial incluso, anochece y me pongo mis mejores galas, exiguas de tela hasta la indecencia y afilando los colmillos, una leona dispuesta para dar inicio a la cacería.

Maldita y superviviente, ambas cosa en contra de mi voluntad, soy lo que llamáis vampira.

En el imaginario popular se asocia a los vampiros al frío invierno, donde su palidez pase desapercibida entre pesadas capas de pieles y la timidez de las luces en tiempos de miedos y magia.

Pero el verano, aunque reduzca nuestras horas de “vida” las convierte en un orgasmo de placer gloriosamente sublime.
El sol sigue huyendo de nuestra luna protectora y los encendidos ánimos de la gente les hace ofrecerse descuidados ante nuestros colmillos.

Mientras entro en el ascensor para salir a la noche, el vecino clava su mirada en mi escote, voluntariamente exuberante, una trampa de miel para incautos golosos.
A él tan solo le costará una discusión con su ofendida mujer, pero quizás otro día comparta el final de mi cacería de esta noche, no lo mordería por placer, sino por venganza de todas las jóvenes a las que el devora con la mirada y sus rápidas manos. En ocasiones no si cual de los dos es pero depredador.

Los neones dan lugar a días oscuros entre copas y músicas frenéticas, hasta que algunos incautos se prendan del cuerpo incorrecto. Como un animal de la sabana, la presa mas lenta es seleccionada, en este caso además, la presa que demuestra peor educación, la más prescindible para la manada, aunque es importante que no se encuentre totalmente ebrio, si el alcohol de mala calidad ya es insufrible por naturaleza, a través de la sangre caliente se vuelve un tormento aun mayor.

Una balada marca el final del proceso, y los cuerpos se acurrucan, un beso en el cuello cierra la trampa, y sus ojos se cierran mientras mis colmillos se marcan.
Los oídos captan un leve ruido al rasgarse su piel, imperceptible para el resto por la música, y su organismo genera adrenalina suficiente para insensibilizar un elefante, alarmado por la intrusión y estimulado por las sustancias que le penetran a través de mi saliva.

Sus ojos se tornan en un éxtasis que todos confunden entre embriaguez y el placer carnal, pero el único autentico placer es sanguíneo y me pertenece, mientras sorbo el alimento de sus venas.
Mi sangre esta corrupta por ancestrales maldiciones y se evapora, desaparece por mis poros, como un mal recuerdo, al igual que el leve contacto con el sol la inflamaría en mis capilares, de ahí el origen de la leyenda sobre nuestra debilidad.

Aquí en el pub de moda, simulando ser una de tantas turistas pálidas en busca de fiesta y amor rápido, puedo satisfacer mi sed sin peligro, rodeada de gente que no sospechara nada, ni siquiera cuando el chaval se quede adormilado en sofá, con sus amigos mofándose por no rematar la supuesta faena.
Verán su entrepierna mojada y todavía se reirán mas de él, confundiendo la orina provocada por el terror absoluto. Pero él jamás confesará lo que ocurrió en realidad, que fue mordido y sorbida su sangre por una vampira.
Al menos no lo hará ni no le gustan las habitaciones acolchadas.

Si, el verano es una buena estacion para una vampira liberada.

martes, 11 de diciembre de 2007

La quijada del diablo



La noche la recibió irascible, teñida de un azul eléctrico y arropada de un manto esponjoso que impedía ver ninguna estrella, como una madre que ve a su hija equivocarse pero no puede hacer nada para impedirlo, aunque si pudiera la obligaría a alejarse de allí.

Nairah miraba el faro aterrada, sus viejas piedras conocieron tiempos mejores, y eso que su fachada estaba visiblemente restaurada, y las olas rompían contra los dientes del acantilado que casi parecía rodear el edificio, como si de un islote se tratase, un imaginario final del mundo.

Y en realidad así se sentía, al menos eso lo tenia claro, más difícil seria tener que explicar que hacia allí, y mientras cerraba la puerta del coche de alquiler, sentía la cercanía del pequeño jarrón oscuro con motivos orientales.

No dejaba de ser una horterada guardar allí sus cenizas, pero que mas daba, lo importante era llevarlas allí, una mujer casi desconocida con la que compartió copas, risas y confidencias a la sombra del retiro madrileño, para después pasar a la cama, fundirse en corazón y cuerpo, y finalmente despertar mientras la veía deshacerse en polvo frente a la ventana.

No se la escapaba que aquella mujer, Marie, era en realidad mucho mas de lo que la confeso delante de las cervezas, que midió muy bien sus palabras aquella noche, pero sus actos decían otra cosa, que la perdonó, que no aprovechó la ventaja que tanto trabajo y que se sacrificó por ella.

Lo único que podía hacer era devolverla el tributo, y llevar sus cenizas allí.
No sabia el nombre del pueblo hasta llegar allí, ni tan siquiera quien vivía en ese faro, aunque suponía que se trataba de Pierre, su antiguo amor. Por algún motivo sabia que esa parte de la historia era cierta, pero no tenia ni idea de que esperaba encontrar.
Si sus sospechas eran ciertas, todo debió ocurrir hace demasiado tiempo, pero daba lo mismo, sus cenizas deberían reposar allí, quizás beber los vientos desde lo alto de la torre, tal vez reposar encima de una chimenea... ya decidiría una vez dentro.



Las nubes empezaron agregar el camino según se acercaba, en lo que se anunciaba como una gran tormenta, y aceleró el paso, sin percatarse que no había otro coche o medio de transporte alguno.
Si hubiera preguntado en el pueblo, nadie la hubiera podido describir al vigilante del faro, un ser taciturno que pocas veces bajaba por provisiones, casi no debía necesitar alimento, ni calmar otro tipo de necesidades, y hasta los más viejos del lugar no recordaban a otro encargado, pero no lo hizo, y allí se encontraba, golpeando temblorosa una vieja puerta de madera, que se abrió sola, no para invitarla a entrar, sino más bien para animar a la oscuridad a salir, justo cuando los truenos golpearon el cielo furibundos.

Desde el piso superior llego una voz firme que si la invitó a aventurarse en aquel lugar al que ni las calderas del infierno parecían capaces de hacer entrar en calor, anticipando que en seguida bajaría con un candil.

Desconociendo el rango de las leyendas con las que trataba, Nairah había propiciado una nueva vuelta en el enorme mecanismo dentado que rige algunas existencias, aunque posiblemente el papel protagonista le recaía, como siempre, a las cenizas que portaba en sus manos.

jueves, 29 de noviembre de 2007

sangre sobre las lapidas

Los lamentos de aquel viejo violín inundaban la noche del cementerio, surcando los vientos entre las estatuas de olvidados mausoleos, más tristes que las lagrimas allí vertidas, pues sus notas eran capaces de recordar la vida, no como los cuerpos inertes que frecuentaban los oscuros parajes, aunque se hallaran a la misma distancia.

Las cuerdas, que él hiciera temblar de emoción tantas veces ahora tenían vetado sentir alma mortal alguna, se trataba de una vida falsa y condenada de forma injusta, como lo son las peores condenas.

Estaba empezando a nevar, amenazando con apagar las velas, adornos que celebraran el aniversario de bodas, un enlace marchito, los anillos reposando bajo la losa, fría piedra en la que reposaban sus propios nombres, aunque jamas sus cuerpos habitaran las mortajas.
El pueblo creyó alejar el mal con aquella lapida, y en verdad se fueron, mas fue por lastima de verse, de reconocerse, que por el efecto de una supersitio, que solo pesaba en ella para volver una noche al año, alejando de allí al asustado enterrador con sus notas.

Marie adoraba a Pierre hasta que el corazón la dolía en el pecho, y él se creía capaz de tirar abajo las puertas del infierno por un cabello de su melena, y con ese espíritu escribieron los votos que sellaron su unión, para regocijo de todo el pueblo.

Ya en la fiesta, corrieron el vino y las risas, la carne en su punto y la música de los mejores juglares de la comarca, con los amantes preocupándose del bienestar de los invitados antes que del suyo propio.
Felicidad inmensa, caldo de cultivo para las más amargas lagrimas.

Una mirada penetrante, capaz de romper su pecho y atravesarla, ascuas ardientes en sus pupilas, en contraste con la pálida piel, hizo que Marie rodeara las caravanas y siguiera al extraño, a quien nunca vio antes o después.
Sorprendida en el lindero del bosque, el extraño la abrazó, derritiendo en sus brazos los hielos de todos los inviernos, despojándola con la mirada de todo pensamiento.
Las manos exploraron su cuerpo con la maestría refinada pero decidida de quien nunca concibió el rechazo.

Los segundos junto a su cuerpo fueron siglos, pero Marie se zafó antes de entrar en las sombras de los árboles, temblando de frío, pero más en su alma que en su cuerpo.
La miró con la rabia del pequeño consentido al que se le arrebata un juguete por primera vez, y la asustó terriblemente, haciéndola consciente que no podría volver a resistirse.

Pero la fortuna decidió sonreírla en forma de una joven gitana escondiéndose cerca, en medio de los juegos juveniles, y el depredador eligió la presa fácil, dejando las emociones para después del alimento, dejando que la joven gacela huyera en busca de su reciente esposo.

Sus pies volaron sin apenas rozar el suelo, ansiosa por la promesa del amor eterno, para partirse en mil pedazos cuando abrió una puerta y lo encontró allí con otra mujer, de belleza tan pálida e insondable como el mármol de una escultura clásica, perfecta, arrebatadora, y usurpando los labios que debían ser suyos.

En lugar de chillar, de huir, golpeo con furia a la intrusa, sin darse cuenta que el cuerpo de Pierre caía casi inerte al suelo, abandonado por la vida y un rastro de sangre en su cuello.

Años más tarde comprendió todo, en su peregrinaje por diversas tierras, escuchando leyendas a las que de niña tapaba los oídos, pero ahora ella misma era leyenda, y odiaba a aquellos dos extraños, odiaba a Pierre, quien una vez la prometió un deseo por cada copo de nieve, y ahora nevaba, y deseaba, y añoraba.

Y sobre todo se odiaba a si misma, por sucumbir al desaliento tantas veces, por volver a su propia tumba, por las lagrimas que convertían sus ojos en ríos negros por sus mejillas, ahora más pálidas que la nieve.

Deseaba vivir, pero aún mas morir. Deseaba visitar a Pierre en el faro donde se hallaba recluido, y sin embargo, pese a las promesas, pese a que se debería cumplir un deseo por cada copo que sostuviera en sus manos pensando en su amor, ningún deseo se cumplía de verdad.

Cerraba los ojos, arrancando dulces lamentos del viejo violín, para abrirlos y descubrir que las notas eran en realidad amargas, que la costa y el faro estaban lejos, y mas aún su amor, y que ni vivía ni moría, sino todo lo contrario.

Los candelabros se apagaron y recogió el instrumento, hasta dentro de un año, cuando volvería a tocar su canción, con la que bailaron por primera vez hasta arder, como querría ahora, arder hasta consumirse en cenizas.



La imagen es una lamina de Victoria Frances, y ha servido para inspirar el origen de la protagonista del primer post de este blog



La musica, habia pensado en buscar "my funny valentine", pero por casualidad encontre el "seras cancion", tributo a una de las grandes personas del rock español despues de su muerte, asi que decidí guardar a valentine hasta el proximo capitulo de la luna de sangre, por que Marie se resiste a dejar mi cabeza, aunque cuente su historia de forma desordenada, atropellada, aunque en la anterior ocasion acabara.... como acabó

sangre sobre la nieve

Los copos de nieve se derritieron sobre su cabeza

sábado, 21 de julio de 2007

Nunca confies en la sonrisa del diablo

Tal como me dijo una vieja gitana hace años, para bajar a hablar con el diablo es mejor llevar un par de copas de más.

Siempre pensé que tenía razón y su anormal longevidad y capacidad para leer el fututo la confería cierta credibilidad, así que considerándolo como un sabio consejo decidí seguirlo al llegar a la ciudad y abrir un local donde poder suministrar el alcohol necesario para visitar al viejo.

Teniendo en cuenta que se me podría tener por un experto en la materia, aquello debería haber sido un halago de primera magnitud para la anciana madame Raiga.
Una autentica lastima que sus habilidades precisarán de mirar directamente a los ojos y no funcionaran en los espejos. Sin lugar a dudas aquella misma mañana habría salido corriendo, como intentó hacer al cruzarse nuestras miradas y descubrir que me iba a deleitar con su sangre.

Quizás la niebla que cubría la noche y que convenientemente entró junto a mí a abrir la puerta, ayudó a que no se percatara de nada extraño en los espejos de su carromato, pero no me culpéis por mi afición a los efectos especiales, cada cual tiene sus debilidades y la mía es el crear ambiente.

Junto con la sangre de la victima, mi espíritu se sacia de su esencia, conocimientos y habilidades, por eso suelo buscar la belleza y la pureza, sus yugulares se convierten en bocados mucho mas suculentos, autenticas delicatessen para mi paladar.
Pero por aquella vez hice una excepción, y hoy en día todavía la gitana me presta sus servicios, acudiendo su alma a escudriñar a los demás a través de mis ojos, lo cual puede llegar a ser muy útil en mi tapadera como hombre de negocios.

Nunca corrió por mis venas la sangre noble de las leyendas, salvo la de alguna condesa que sirviera de aperitivo, pero con el tiempo he aprendido que un buen traje y una corbata infunden mas respeto que una capa trasnochada y un ataúd mohoso
Así que con la ayuda de mis talentos y la particular visión que adquirí, organicé una serie de negocios sumamente fructíferos, tapaderas que me proporcionaran no solo respetabilidad sino una excusa para no ser visto a la luz del sol.

Y todo esto sin olvidar el dinero y el poder, por supuesto que son valores mundanos, pero en otras épocas aprendí que era mejor dejarse llevar por las costumbres de cada era, y no llamar la atención. ¿Para que ocupar un llamativo castillo y atraer la atención de quienes quisieran acabar conmigo, si podía desplumarles y hacerles que obedecerían?

Contrariamente a lo que las creencias populares han transmitido, un vampiro no necesita de la sangre con mucha frecuencia, quizás una vez al mes, que en mi caso suelo hacer coincidir con la luna llena, una mera concesión a la galería, pero que sirvió en otros tiempos para esconderme en el engaño de otras criaturas fantásticas.

Alimentarse con mayor frecuencia responde tan solo a necesidades más mundanas, como la utilización de sirvientes, adquirir los conocimientos de la victima, o la simple mezcla con la lujuria sexual, punto este para el que resultaba tremendamente útil el disponer de un local de copas debidamente ubicado, no muy visible pero si cercano a las zonas mas frecuentadas.

Generalmente solo lo visito a primera hora, como en estos momentos, cuando la noche es joven y el local se encuentra casi vacío, escogiendo la joven que me brindará su compañía y tal vez el sustento, apartándome después a una zona privada y permitiendo que el local funcionara solo con mis empleados, ajenos por completo: como requiere un buen secreto, es mejor que nadie lo conozca.

Hoy ha sido un día estimulante, logrando que una orgullosa ejecutiva me cediera no solo el control de la empresa de su familia sino su virginidad. Quizás la pueda contratar como ayudante personal, al menos hasta que me canse de ella.
El caso es que cerrar tratos como este me abre el apetito, llamadme insaciable, por que acertareis, pero ahora que celebro el éxito del día saboreando relajadamente un bloody mary, siento que esta noche puede ser igual de fructífera.

Sentado en el fondo de la barra, viendo a los típicos borrachos que empiezan la ronda que les llevara a todos los antros de la ciudad, observo la entrada de un grupo de universitarias, que ya parecen llevar un buen rato de correrías, quizás celebrando el final del curso.
En especial una morena, de mirada intensa y felina reclama mi atención, con el magnetismo de su melena y el carácter indómito que refleja su rostro de rasgos remotamente agitanados.

Galantemente las invito a unos cócteles, que aceptan ingenuas, sin necesidad de sugestionarlas de forma alguna, y las invito a unos de los cómodos sofás que ocupan los laterales de la sala, donde evitar a la gente que empieza a ocupar la barra.

Corre el alcohol y las risas adolescentes, disfrutando del néctar de sus rojos labios, que suponen al tiempo una delicia y una tortura al tener que controlar mis ansias de atacar allí mismo. No siento hambre pero si una lujuria inmensa, amplificada repentinamente por un exclusivo baile de mi elegida, quien agita sus caderas delante de mi rostro, subiendo el clímax a un punto inimaginable.

Incapaz de sostener la cordura por mas tiempo, la rodeo con los brazos y la propongo obtener mas intimidad.
Evitando interferencias ordeno hipnóticamente a varios de los chavales que han ido entrando que entretengan a sus compañeras, aunque estas parecen mas que dispuestas a seguir el juego y dejar que su amiga obtenga su supuesta presa.

Entramos en el despacho entre besos furibundos, cierro la puerta y aparto de un manotazo todo lo que hay sobre la mesa, depositando su cuerpo con una mezcla de suavidad y apresuramiento, recorriendo el contorno de sus senos con mis manos y saboreando por anticipado su delicado cuello.

Me incorporo para mirarla a los ojos, como me gusta hacer con todas mis victimas, tratando de capturar su esencia, sentimientos, deseos y miedos en una ultima imagen sobrecogedora mientras muestro por fin mis colmillos, las armas del cazador agazapado.

Y en ese momento me percato, sus ojos azabaches, tan oscuros como su melena ahora desperdigada en la mesa, son el reflejo de una negrura tan intensa que incluso a mi me produce un escalofrío.

Su sonrisa, un gesto que nunca había tenido ocasión de observar en el momento de la caza, pone alerta mis sentidos, y trato de leer el futuro en su mirada, pero solo me muestra oscuridad. La misma que sucede a la muerte y al olvido,

Sacudo mi cabeza para apartar la vista de sus hipnóticos ojos y me percato del colgante de su cuello, el mismo que portara hace siglos la zingara nieta de Madame Raiga.
Suponiéndola descendiente suya, no cabe duda que su aparición no ha sido accidental, sino que las intenciones de venganza han motivado el encuentro, por lo que rápidamente aprisiono sus manos sobre su cabeza, riéndome de ella por haber permitido que la tenga en esa situación, indefensa ante mis caprichos.

Quizás aun decida divertirme un poco con su cuerpo antes de convertirla en mi sirvienta, será un final irónico, sin duda acorde con lo que veía en sus ojos, pero ella convierte su enigmática sonrisa en carcajadas, y me espeta a que la muerda.

No puedo creer su insolencia, renunciando al temor pero también al respeto. Pese al peligro que corren su vida y alma, osa burlarse y gritarme que me acelere, por lo que sumergido en la furia ataco su cuello, dispuesto no solo a morder sino a desgarrar, provocando que se desangre lentamente.

Mis colmillos rozan su delicada piel, pero se detienen, rebelándose a mi voluntad. No puedo entenderlo, es como si mi propio cuerpo estuviera en mi contra, y mis oídos vuelven a torturarme con sus carcajadas.
Impotente para morder su yugular, gruño en su cara como un animal rabioso, lo que solo sirve para que me mire insolente y confiada, sabiendo el bozal invisible que a colocado en las fauces del perro del averno, aunque no pueda entender como lo ha logrado.

La exijo una explicación, pero por toda respuesta me escupe en la cara, maldiciéndome, y eso hace que mi rostro arda inflamado por un escozor mágico, además de por una vergüenza desconocida hasta ahora.

Descubriendo el significado del miedo que tantas veces saboree retrocedo hasta apoyar mi espalda contra la puerta, observándola intrigado.
Por fin se digna a hablarme, confesarme que la anciana gitana también gustaba de estudiar las artes arcanas del infierno, pero que su talento adivinatorio no la concedía más poderes que la lectura y comprensión de los antiguos textos, que recitaba infructuosamente una y otra vez sin parar.

Ella en cambio si estaba dotada para tales artes, como descubrió poco después de mi paso por su caravana. Tras heredar los pesados grimorios de su abuela, se consagró a protegerse de criaturas como yo, y realizó conjuros de protección, convirtiendo el amuleto en un objeto de poder.

Sus practicas, en una joven tan precoz no pasaron desapercibidas en las profundas salas, por lo que pronto fue requerida a la asamblea de las almas, siendo juzgada por intromisión en círculos oscuros sin invitación ni guía.

Una victima más del rencor de los poderes caídos por su propia ambición, cuando un detalle convirtió su historia en singular, la sed de venganza común, pues con el viejo señor también mantengo algunas deudas pendientes, producto de las cualidades que me fueron conferidas, pero que nunca use para su beneficio sino para el mío personal.

Bajo la promesa de encontrarme la devolvió, y esta noche su búsqueda ha concluido, abriendo resortes ocultos en el amuleto, en realidad un contenedor de hechizos antiguos, como revelan los vapores que de el surgen.
Jirones de niebla que me agarran como cadenas, arrastrándome a su reino de sombras.

Entre alaridos la maldigo, prometiéndola venganza, pero solo logro volver a escuchar su risa maliciosa, dándome las gracias por cederla tan amablemente mis posesiones y advirtiéndome que esperaba que hubiera tomado suficientes copas, pues siempre era aconsejable haber tomado un par de más si bajabas a visitar al diablo, especialmente si este pretendía cobrarse deudas.

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Gran pelicula para dentro de unos meses..... ¿la tematica? jejejejeje

martes, 19 de junio de 2007

Los copos de nieve se derritieron sobre su cabeza

La caída de la noche sorprendía a la ciudad, mitigando tan solo en parte su bullicio, y permitiendo a la gente un respiro del calor estival para sentarse en las terrazas, donde disfrutar de momentos más relajados que aquellos con los que martiriza el ajetreo diario.
El mundo asomaba a la vida, rindiendo culto a la soberana luna, que presidía en su plenitud el cielo oscuro, rivalizando en esplendor con las luces urbanas.

Desde la mesa más apartada y cobijada por las sombras de los árboles, Marie observaba las placidas aguas del lago, ausente ya de las barcas de enamorados, en las que su mirada siempre se clavaba buscando el rostro de Pierre.

Hacía una eternidad que su recuerdo la atormentaba con épocas más felices, donde podía disfrutar del tierno abrazo del sol, y de él. Ahora en cambio, solo disponía del refugio de la noche y las imágenes que guardaba su memoria.

Mientras se despejaba de las ensoñaciones, unos chiquillos empezaron a jugar a su lado pero rápidamente algo les hizo alejarse, el ancestral instinto de conservación que hace saber a las ovejas que la visión de un lobo no es augurio de buenos tiempos.
Se acercaba la hora en que empezar a cuidar de su supervivencia, terriblemente cansada con el peso de siglos de lagrimas sobre sus delicados hombros.
Poca gente se encontraba sola, la mayor parte tiernas parejas, y algún que otro grupo más numeroso, hasta que por fin divisó otra mesa donde una solitaria joven acababa de calarse las gafas para iniciar la lectura de un grueso volumen en francés junto a una horchata.

El halcón acechó a su presa, aproximándose de forma sosegada para no alertarla, hasta que una vez a su lado, pidió permiso para sentarse, y utilizar la excusa del idioma, que resulto ser el nativo de la incauta Nairah, para iniciar una conversación trivial.

Natural de los alrededores de Paris, la joven estudiante se ilusiono al escuchar su idioma en tierra extraña, y relajó defensas que la hubieran resguardado de amenazas más temibles que la soledad.

Marie vaciló durante algunos momentos, viéndose reflejada en la inocencia que ella perdió hacia ya tanto tiempo, escuchando historias de lugares familiares y de un amor ahora distante, pero tan apasionado como el que ella misma disfrutó.
Como aquella lejana noche, decidió dejar que el tiempo decidiera y disfrutar de la compañía, aunque la que entonces fue presa ahora interpretara a la cazadora.

Risas y alcohol aderezaron una noche que empezó en la paz de un parque y concluyo en una cama revuelta, donde las sabanas trocaron en llamas ardientes entre ambas mujeres.
Dulce y desconcertada al principio, Marie disfruto de la velada y de la pasión, una emoción tanto tiempo vetada por sus miedos y las consecuencias que por su propia naturaleza siempre acarreaba.

Así, permitió relajar su pose de control para abandonarse al deseo navegando por las suaves curvas de su acompañante, descubriendo placeres que desconocía, al menos en tan hermoso envoltorio, hasta que sus propias llamas, inflamadas por la situación fueron tomando dominio de la situación, arrancando y alimentándose del placer de su acompañante.

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Terminada la emoción de la noche, cerca ya del amanecer, reposaban al fin las dos, con la cabeza de Nairah sobre su pecho, subiendo y bajando al ritmo cada vez más acelerado que marca su ansia.
Pese al efecto balsámico que la compañía ha supuesto sobre su espíritu, la sed irrefrenable con la que ha convivido tantos años se iba apoderando irremisiblemente de ella.

Siempre intentó que sus victimas fueran seres lo más despreciables posible, pero ahora la única victima a su alcance era un ser inocente, que había traído la paz aunque solo fuera por unas horas a su atormentada existencia.

Tristemente, conocía el remedio para el fuego que ardía en su corazón, el mal sin cura que la atormentaba. Tan solo unas gotas de la sangre que corría por su cuerpo y podría calmar el sufrimiento, pero eso la condenaría de igual forma. Jamás tendría el valor de mirarla a los ojos sin recordar el daño causado, al igual que ocurrió con el dulce Pierre, antes de comprender por completo la maldición que la perseguía.
Casi sería mejor saciar su sed, aunque marchitaría una flor de inmensa belleza, seria un final lento e indoloro, pero no podía cercenar las alas de un angel, no despues de haber compartido esa noche de magia.

Se levantó con cuidado de no despertarla, y escribió una rápida nota mientras al otro lado de la hermética persiana sabía que despertaban los primeros rayos.
Plegó el papel sellándolo con sus labios y las lágrimas del dolor, disponiéndose a levantar la persiana que dejaría pasar la luz, logrando la paz que tanto había ansiado, aunque la temiera por significar el olvido, y es que durante el tiempo lo único que salvo su cordura fueron los recuerdos de remotos tiempos felices.

Cuando Nairah despertó solo pudo ver el montón de cenizas delante de la ventana. Lamentando no haber podido confesarla la noche anterior que entendía su naturaleza, que se había percatado de su condición de nosferatu, y que aún así se había abandonado en sus brazos.
Con la tristeza manejando sus actos, recogió las cenizas en una vasija, junto a la nota, y tomó la firme determinación de que al volver a Paris trataría de localizar a Pierre, si es que aún existía para hacerle entrega de sus restos y que sus almas pudieran al fin descansar en paz.


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Es la tercera vez que los colmillos de Marie se cuelan por mi cabeza, y pese al final dudo que sea la ultima, por lo viva que es su imagen
Ademas, suya fue la primera historia que aparecio por aqui, asi que siempre tendra un hueco

lunes, 18 de diciembre de 2006

Yo, vampiro (el deja vu de ver a quien imaginaste)

Estaba esperando junto a la boca del metro, apoyado en un puesto de la once cerrado, caía la noche y un frío de consideración, pero había tenido la buena/mala suerte de aparcar a la primera, y claro, estaba antes de la hora en el lugar acordado, y sin un bar al lado donde guarecerme.

Mis innatos nervios me hacían buscar con la mirada a quienes no aparecerían hasta pasados todavía unos minutos, cuando desde la gente que cruzaba por el semáforo, me llego un rayo de luz cegadora.
Entre la marabunta de gente que caminaba a sus casas o volvía de sus compras apareció una figura radiante, una preciosa muchacha, de cara serena envuelta en su larga melena rubia, su mirada perdida en el infinito y esos gestos afilados de la determinación, aunque envuelta en aparente melancolía y tristeza.

Aquella imagen fulgurante se dirigía decidida como si estuviera sola en la calle a la boca del metro, atrayendo no solo mi mirada, sino la del resto de los transeúntes.
Cubierta por una oscura capa larga. Sin indicios de cualquier otra prenda, tan solo se veían sus largas piernas.

Lo terrorífico del asunto, es que la había visto anteriormente, pero no con mis ojos, sino con mi mente, imaginando su cara mientras escribía relatos de fantasía, y sin embargo allí estaba pasando a mi lado. Hasta la había dado nombre, "Marie", en honor a la obra de L'homme y Penet, "Marie des loups", con quien mi imagen compartía rasgos de carácter, aunque quizás el aspecto físico fuera más acorde a la Michelle Pfeiffer de Lady Halcón.

Pero aun habiéndola visto con mi alma, tenerla enfrente provocaba una sensación de "deja vu" que me intranquilizaba sobremanera.
Quizás en otra realidad hubiera sido una aparición momentánea, una curiosidad, y me habría quedado esperando para tener una apacible cena entre risas y buena compañía, sin duda la elección más sensata.
Pero no en este mundo. Aquí firmé mi sentencia, cuando intrigado por la curiosidad en el fondo de mi alma decidí seguir a la dulce caperucita por los pasillos del metro, intentando descubrir cuanto en común había entre la creación de mi mente y la persona real.
En estos momentos olvide por completo como el refrán avisaba de la muerte del gato, y la adrenalina recorrió mi cuerpo como la gasolina da energía a los coches, aunque también como esta era inflamable.

Pero claro, uno no es precisamente un detective, y la gran ciudad es un hormiguero bullicioso, así que la perdí al entrar en el vagón abarrotado. Con la decepción de mi faceta de investigador, vagabundee por los pasillos buscando retornar a la calle, sin sospechar que al girar una oscura esquina, la encontraría de nuevo, quieta y pálida, como si fuera una estatua de mármol.

Su mano me agarro el brazo, llevándome a rincones escondidos por las obras, y solitarios. En aquellos momentos no reparaba ni siquiera en el gélido contacto, puesto que el fuego que corría por mis venas compensaba la temperatura hasta que de su roce salía incluso vaho.

Una vez en soledad, donde el ruido de la gente se convirtió en susurros lejanos, me hablo al oído, y esas son las ultimas palabras que recuerdo "Si eres capaz de seguir al lobo a la oscuridad, también serás capaz de abrazarla"

Hoy, tras unos días encerrado en mi casa, vaciando la nevera, pero con un hambre atroz, he decidido volver a pisar la calle, al amparo de las tinieblas, tras recorrer mi agenda de contactos en busca quien aceptara una llamada a deshoras para un encuentro cuyo final me causaría sorpresa sino fuera por afición a la fantasía.

Se en lo que me he convertido, y me aterra, pero estoy dispuesto a continuar mi camino, iniciando una nueva "vida"
Yo, Vampiro

jueves, 7 de diciembre de 2006

sangre sobre la nieve

Cuenta la leyenda que cuando nieva es por que alguien te quiere, que cada copo que se posa en tu cabeza es el pensamiento de la persona enamorada, una idea romantica pero absurda, como todas las que le contaba Pierre, lo echaba tanto de menos, su alcoba, su amor, su calor, sus labios.....

Pero ese fue el final, y ahora tan solo la luz de la luna brilla en los copos cuando caen entre el maldito frio, y ella deberá buscar el calor para no marchitarse, encontrar almas calidas prestas a concederle el ardor de la vida, aun a costa de la suya propia, incautos sedientos de amor y con poco apego al futuro.

¿y ella? cansada de la historia, ansiando una paz desconocida, pero superviviente siempre.
Una noche mas entraria en bares, conoceria gente y romperia corazones, una noche mas se dejaria seducir, solo esperaba que fuera algún ser despreciable quien se lanzara al abismo de sus ojos, y no inocentes, quienes siempre la dejaban un regusto de amargura en los labios, añoranza de tiempos mejores que nunca verian.

La danza de la vida y de la muerte, la muerte esquiva y traicionera, comenzaba de nuevo en un ciclo sin fin, mientras hubiera noche, mientras el mundo existiera y quizas mas alla, la maldición de quienes jamas descansaran.

Avanzada la madrugada, mientras Marie añoraba su Paris natal, donde su cara era demasiado conocida para arrastrar sus penas, un nuevo cazador la arrincono entre la barra del bar y su cuerpo, asaltandola con caricias traicioneras, pues ella conocia su objetivo, pero le dejo hacer, confiandolo, convirtiendolo en la presa cuanto mas creia avanzar.

Tras los juegos le permitio sentirse seguro de su victoria y arrastrarla a parajes oscuros e intimos, donde por fin ganar el tesoro de sus encarnados labios, que contrastaban con su livida palidez, pero todo tendria solucion.

Cuando en el fragor de batalla el carmin de sus labios se unio al cuello del incauto ratoncillo ya era demasiado tarde para descubrir la trampa, pues la vida, la consciencia, el calor, se dejaban arrastrar en el torrente de la roja sangre, con tan solo un Merci por pago.

Marie abandono en soledad el local, discretamente, tal como llego, pero rebosante de vida.
Se abrigo para internarse de nuevo en la nieve, ocultando sus de nuevo rosadas mejillas bajo la sombra de la tupida estola de la capucha, avanzando sigilosa, como si ni siquiera tocara el suelo.

Cuando los conocidos de su "donante" quisieron interrogarla por su paradero, tan solo encontraron algunas gotas encarnadas en el blanco suelo, como petalos de una rosa jamas marchita, pero cuyas espinas deberian evitar si querian volver a despertar.