lunes, 13 de agosto de 2018

La fuente de las hadas

Con el castillo cercado, los campesinos se metieron en el interior para protegerse, daba lo mismo los motivos del ejercito asaltante o del señor defensor, aquellas tierras habían cambiado varias veces de dueños, y al final todo se resumía en que los nobles comían asados y los campesinos huían de las flechas para terminar teniendo que ayudar a los soldados sin casi armas ni entrenamiento, reducidos a carne que amontonar frente a las puertas.

Ismael todavía era un niño, pero sabia que pronto le tocaría alzar una lanza para defender a los señores del castillo. Él estaba dispuesto a todo por defender a sus hermanos, pero no comprendía como podía suponer una ventaja encontrarse entre las espadas rivales y el látigo que supuestamente le defendía, morir por el acero o por el hambre no le dejaba opciones.

Aquella noche como tantas otras se escapo por un rincón donde se escondía tras las piedras el acceso a un antiguo pasadizo, excavado hace tanto que ninguno de los habitantes lo recordaba y que él mismo encontró por accidente al oscuro abrigo de una luna nueva.


Sigiloso se acercó a la fuente que se hallaba en el bosque, sabedor que los asaltantes patrullaban el acceso frontal desde el camino del castillo, pero que tampoco conocían que se podía llegar desde las rocas que estaban en la otra dirección.

Aquella noche también era luna nueva,  y se sentía resguardado mientras llenaba el odre para sus hermanas, así que casi se cae al pozo al ver reflejada una luz en el agua tras su cabeza.
Se giró temblando pero no eran soldados sino una niña de su misma edad, con el pelo rojizo y ojos amistosos, ademas de pequeñas luces que flotaban alrededor de su diadema y que a veces se aventuraban a aproximarse al propio Ismael.

Parecían diminutas mujercitas aladas, cuyo vuelo evocaba melodías sin sonido, y casi se podía decir que fueran gemelas diminutas de la niña.

La muchacha se identifico como un hada, afirmó haber escuchado sus lagrimas caer cada noche que recogía agua y deseaba aliviar su pesar. No entendía como los hombres podían infligirse tanto dolor entre ellos y estaba dispuesta a sacar de allí a los inocentes que quisieran huir.

La mañana siguiente el ejercito volvió a asaltar los puentes y las murallas, las espadas entrechocaron, y la sangre se vertió, pero cuando los invasores penetraron en el castillo solo encontraron soldados, ni rastro de las familias de campesinos, que nadie sabia donde habían desaparecido.

Poco les importo a los invasores y tampoco es que los defensores se esmeraran en preguntarse donde habían ido, sus asuntos eran otros.

La leyenda dice que quien atravesará el arco de la fuente en la noche de todos los santos entraría en el reino de las hadas, para nunca más volver, pero ¿Quién dice que Ismael quisiera volver?


La leyenda del portal al reino de las hadas existe realmente en Riopar viejo, Albacete, cerca del nacimiento del río Mundo, aunque toda la relación con el castillo, el muchacho y los campesinos sea inventada.

De hecho existen dos cementerios, uno en la iglesia y otro más desorganizado extramuros, quedaría bien pensar que son los campesinos que retornaban para ser enterrados en sus tierras, menos Ismael que seguiría en el reino de las hadas protegiendo y dando cobijo a los niños inocentes

martes, 22 de mayo de 2018

Mario el poeta

Mario había escrito un poema que se convirtió en un gran éxito, en realidad solo había escrito uno en su vida y sabía que nunca volvería a escribir otro.

No tenía talento, y el poema era quien le había elegido a él.

Se trataba de una obra trascendental y capaz de hacer evolucionar la mente de quienes lo disfrutaban, pero sus versos eran tímidos y rechazaban las multitudes, por eso escogieron a quien no era en realidad escritor.

Pese a todo cuando fue recitado la acogida fue abrumadora, y se sucedieron sesiones para escucharlo, los críticos se peleaban por la asistencia de Mario y su poema.

Poco a poco el asunto fue siendo más conocido y Mario empezó a frecuentar tertulias y debates, cada vez más populares y alejados del mundo literario hasta que se convirtió en un personaje irreconocible.

Las grandes masas le seguían y buscaban sus opiniones, aunque jamás hubieran leído, no ya su poema, sino un libro de cualquier autor.

Un día Mario intento convertir su poema en canción, pero descubrió que el poema le había abandonado, ya no era capaz de recitarlo y como nunca lo había publicado en un libro prefirió olvidarlo, ya tenía su éxito.

Aquellos versos de nuevo libres buscaron otra persona que los leyera en círculos reducidos, cafeterías de olor añejo y pequeñas bibliotecas, solo odiaban tanto como la fama a los cantautores pretenciosos, y Mario cumplió ambas defectos.

viernes, 4 de mayo de 2018

Cadenas con memoria

Edelmiro subía cada mañana del huerto zurrón a cuestas con ganas de almorzar y jugar la partida al calor de los carajillos.

En el pueblo tenía fama de raro por qué prefería dormir en la caseta de labores y empezar a trabajar con el primer rayo de sol, entre eso y el bar de la plaza podría haber vendido la casa y quedarse solo el buzón.

Siempre parecía estar a punto de irse, como si llevara todas las pertenencias encima, y no se le conocía familia pese a llevar en el pueblo media vida.
Y sin embargo cada 15 días recibía una carta de la capital, siempre sin remite y cada vez con letra distinta en la dirección.

Esa mañana se le veía aún más nervioso de lo acostumbrado y jamás hablaba con nadie hasta leerla.

Preso sin barrotes, atado a un nombre que no era suyo, esperando noticias que lo liberarán.

Tras la guerra se refugió en la serranía, oculto de su primo que desde el bando contrario lo perseguía. Un amigo se las arreglaba para que alguien le enviara las noticias, y si permanecía en peligro.

La mañana en que le llegó al fin la esperada misiva de la muerte de su captor, la casualidad quiso que su espíritu volara libre al fin.