lunes, 23 de julio de 2007

Soldado de fortuna

Como un soldado de fortuna en busca de gloria
recorres agazapado tierras inhóspitas,
esquivando corazones a punto de explotar.
Como tantas otras noches te sorprende la luna,
buscando respuestas, soñando otros mundos,
perdiendo el tiempo pidiendo consejo a las estrellas.

Tu corazón es un barco de papel
impulsado por un suspiro,
que se estrella en el rompeolas
destinado a protegerlo
pero que al tiempo lo encierra,
sin alcanzar el puerto seguro
que son sus labios.

Solo queda saltar
desde la azotea del barco
a las aguas bravas ,
y luchar cada brazada,
para descansar por fin
cuando tus brazos ganen
la playa del corazón.

sábado, 21 de julio de 2007

Nunca confies en la sonrisa del diablo

Tal como me dijo una vieja gitana hace años, para bajar a hablar con el diablo es mejor llevar un par de copas de más.

Siempre pensé que tenía razón y su anormal longevidad y capacidad para leer el fututo la confería cierta credibilidad, así que considerándolo como un sabio consejo decidí seguirlo al llegar a la ciudad y abrir un local donde poder suministrar el alcohol necesario para visitar al viejo.

Teniendo en cuenta que se me podría tener por un experto en la materia, aquello debería haber sido un halago de primera magnitud para la anciana madame Raiga.
Una autentica lastima que sus habilidades precisarán de mirar directamente a los ojos y no funcionaran en los espejos. Sin lugar a dudas aquella misma mañana habría salido corriendo, como intentó hacer al cruzarse nuestras miradas y descubrir que me iba a deleitar con su sangre.

Quizás la niebla que cubría la noche y que convenientemente entró junto a mí a abrir la puerta, ayudó a que no se percatara de nada extraño en los espejos de su carromato, pero no me culpéis por mi afición a los efectos especiales, cada cual tiene sus debilidades y la mía es el crear ambiente.

Junto con la sangre de la victima, mi espíritu se sacia de su esencia, conocimientos y habilidades, por eso suelo buscar la belleza y la pureza, sus yugulares se convierten en bocados mucho mas suculentos, autenticas delicatessen para mi paladar.
Pero por aquella vez hice una excepción, y hoy en día todavía la gitana me presta sus servicios, acudiendo su alma a escudriñar a los demás a través de mis ojos, lo cual puede llegar a ser muy útil en mi tapadera como hombre de negocios.

Nunca corrió por mis venas la sangre noble de las leyendas, salvo la de alguna condesa que sirviera de aperitivo, pero con el tiempo he aprendido que un buen traje y una corbata infunden mas respeto que una capa trasnochada y un ataúd mohoso
Así que con la ayuda de mis talentos y la particular visión que adquirí, organicé una serie de negocios sumamente fructíferos, tapaderas que me proporcionaran no solo respetabilidad sino una excusa para no ser visto a la luz del sol.

Y todo esto sin olvidar el dinero y el poder, por supuesto que son valores mundanos, pero en otras épocas aprendí que era mejor dejarse llevar por las costumbres de cada era, y no llamar la atención. ¿Para que ocupar un llamativo castillo y atraer la atención de quienes quisieran acabar conmigo, si podía desplumarles y hacerles que obedecerían?

Contrariamente a lo que las creencias populares han transmitido, un vampiro no necesita de la sangre con mucha frecuencia, quizás una vez al mes, que en mi caso suelo hacer coincidir con la luna llena, una mera concesión a la galería, pero que sirvió en otros tiempos para esconderme en el engaño de otras criaturas fantásticas.

Alimentarse con mayor frecuencia responde tan solo a necesidades más mundanas, como la utilización de sirvientes, adquirir los conocimientos de la victima, o la simple mezcla con la lujuria sexual, punto este para el que resultaba tremendamente útil el disponer de un local de copas debidamente ubicado, no muy visible pero si cercano a las zonas mas frecuentadas.

Generalmente solo lo visito a primera hora, como en estos momentos, cuando la noche es joven y el local se encuentra casi vacío, escogiendo la joven que me brindará su compañía y tal vez el sustento, apartándome después a una zona privada y permitiendo que el local funcionara solo con mis empleados, ajenos por completo: como requiere un buen secreto, es mejor que nadie lo conozca.

Hoy ha sido un día estimulante, logrando que una orgullosa ejecutiva me cediera no solo el control de la empresa de su familia sino su virginidad. Quizás la pueda contratar como ayudante personal, al menos hasta que me canse de ella.
El caso es que cerrar tratos como este me abre el apetito, llamadme insaciable, por que acertareis, pero ahora que celebro el éxito del día saboreando relajadamente un bloody mary, siento que esta noche puede ser igual de fructífera.

Sentado en el fondo de la barra, viendo a los típicos borrachos que empiezan la ronda que les llevara a todos los antros de la ciudad, observo la entrada de un grupo de universitarias, que ya parecen llevar un buen rato de correrías, quizás celebrando el final del curso.
En especial una morena, de mirada intensa y felina reclama mi atención, con el magnetismo de su melena y el carácter indómito que refleja su rostro de rasgos remotamente agitanados.

Galantemente las invito a unos cócteles, que aceptan ingenuas, sin necesidad de sugestionarlas de forma alguna, y las invito a unos de los cómodos sofás que ocupan los laterales de la sala, donde evitar a la gente que empieza a ocupar la barra.

Corre el alcohol y las risas adolescentes, disfrutando del néctar de sus rojos labios, que suponen al tiempo una delicia y una tortura al tener que controlar mis ansias de atacar allí mismo. No siento hambre pero si una lujuria inmensa, amplificada repentinamente por un exclusivo baile de mi elegida, quien agita sus caderas delante de mi rostro, subiendo el clímax a un punto inimaginable.

Incapaz de sostener la cordura por mas tiempo, la rodeo con los brazos y la propongo obtener mas intimidad.
Evitando interferencias ordeno hipnóticamente a varios de los chavales que han ido entrando que entretengan a sus compañeras, aunque estas parecen mas que dispuestas a seguir el juego y dejar que su amiga obtenga su supuesta presa.

Entramos en el despacho entre besos furibundos, cierro la puerta y aparto de un manotazo todo lo que hay sobre la mesa, depositando su cuerpo con una mezcla de suavidad y apresuramiento, recorriendo el contorno de sus senos con mis manos y saboreando por anticipado su delicado cuello.

Me incorporo para mirarla a los ojos, como me gusta hacer con todas mis victimas, tratando de capturar su esencia, sentimientos, deseos y miedos en una ultima imagen sobrecogedora mientras muestro por fin mis colmillos, las armas del cazador agazapado.

Y en ese momento me percato, sus ojos azabaches, tan oscuros como su melena ahora desperdigada en la mesa, son el reflejo de una negrura tan intensa que incluso a mi me produce un escalofrío.

Su sonrisa, un gesto que nunca había tenido ocasión de observar en el momento de la caza, pone alerta mis sentidos, y trato de leer el futuro en su mirada, pero solo me muestra oscuridad. La misma que sucede a la muerte y al olvido,

Sacudo mi cabeza para apartar la vista de sus hipnóticos ojos y me percato del colgante de su cuello, el mismo que portara hace siglos la zingara nieta de Madame Raiga.
Suponiéndola descendiente suya, no cabe duda que su aparición no ha sido accidental, sino que las intenciones de venganza han motivado el encuentro, por lo que rápidamente aprisiono sus manos sobre su cabeza, riéndome de ella por haber permitido que la tenga en esa situación, indefensa ante mis caprichos.

Quizás aun decida divertirme un poco con su cuerpo antes de convertirla en mi sirvienta, será un final irónico, sin duda acorde con lo que veía en sus ojos, pero ella convierte su enigmática sonrisa en carcajadas, y me espeta a que la muerda.

No puedo creer su insolencia, renunciando al temor pero también al respeto. Pese al peligro que corren su vida y alma, osa burlarse y gritarme que me acelere, por lo que sumergido en la furia ataco su cuello, dispuesto no solo a morder sino a desgarrar, provocando que se desangre lentamente.

Mis colmillos rozan su delicada piel, pero se detienen, rebelándose a mi voluntad. No puedo entenderlo, es como si mi propio cuerpo estuviera en mi contra, y mis oídos vuelven a torturarme con sus carcajadas.
Impotente para morder su yugular, gruño en su cara como un animal rabioso, lo que solo sirve para que me mire insolente y confiada, sabiendo el bozal invisible que a colocado en las fauces del perro del averno, aunque no pueda entender como lo ha logrado.

La exijo una explicación, pero por toda respuesta me escupe en la cara, maldiciéndome, y eso hace que mi rostro arda inflamado por un escozor mágico, además de por una vergüenza desconocida hasta ahora.

Descubriendo el significado del miedo que tantas veces saboree retrocedo hasta apoyar mi espalda contra la puerta, observándola intrigado.
Por fin se digna a hablarme, confesarme que la anciana gitana también gustaba de estudiar las artes arcanas del infierno, pero que su talento adivinatorio no la concedía más poderes que la lectura y comprensión de los antiguos textos, que recitaba infructuosamente una y otra vez sin parar.

Ella en cambio si estaba dotada para tales artes, como descubrió poco después de mi paso por su caravana. Tras heredar los pesados grimorios de su abuela, se consagró a protegerse de criaturas como yo, y realizó conjuros de protección, convirtiendo el amuleto en un objeto de poder.

Sus practicas, en una joven tan precoz no pasaron desapercibidas en las profundas salas, por lo que pronto fue requerida a la asamblea de las almas, siendo juzgada por intromisión en círculos oscuros sin invitación ni guía.

Una victima más del rencor de los poderes caídos por su propia ambición, cuando un detalle convirtió su historia en singular, la sed de venganza común, pues con el viejo señor también mantengo algunas deudas pendientes, producto de las cualidades que me fueron conferidas, pero que nunca use para su beneficio sino para el mío personal.

Bajo la promesa de encontrarme la devolvió, y esta noche su búsqueda ha concluido, abriendo resortes ocultos en el amuleto, en realidad un contenedor de hechizos antiguos, como revelan los vapores que de el surgen.
Jirones de niebla que me agarran como cadenas, arrastrándome a su reino de sombras.

Entre alaridos la maldigo, prometiéndola venganza, pero solo logro volver a escuchar su risa maliciosa, dándome las gracias por cederla tan amablemente mis posesiones y advirtiéndome que esperaba que hubiera tomado suficientes copas, pues siempre era aconsejable haber tomado un par de más si bajabas a visitar al diablo, especialmente si este pretendía cobrarse deudas.

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Gran pelicula para dentro de unos meses..... ¿la tematica? jejejejeje

viernes, 13 de julio de 2007

Los amores prohibidos deben ser protegidos

12 de la noche
Me desperezo y estiro mis brazos hasta sobresalir del sofá en el que me tumbé al principio de la película. Mira que me la habían recomendado pero he sido incapaz de mantener los ojos abiertos por el cansancio acumulado. Debo recordar no cometer tantos excesos en diario que luego pago durante el fin de semana.

Apoyado sobre la barandilla de la terraza observo el negro cielo salpicado de alguna que otra estrella, tratando de despejar un poco la cabeza con el aire que ha empezado a soplar tímidamente después de un día infernal.
Parece que finalmente ha quedado una noche agradable, por lo que decido dar un paseo por el parque, una de las grandes ventajas de vivir en las afueras de la ciudad, una zona residencial, tranquila y de trafico ahora mismo inexistente.

Justo al soltar la barandilla me parece ver un resplandor en el limite de la arboleda, recortando un par de figuras, pero es tan fugaz que soy incapaz de localizarlas. Imagino que algunos vecinos habrán tenido la misma idea y estarán fumando algo. Ojala pudiera yo también, en estos momentos es cuando me arrepiento profundamente de haber dejado de fumar hace un mes, pero debo ser fuerte, o al menos eso me ordenó el medico.

El paseo por el tapiz nocturno despeja mi cabeza y camino sin rumbo absorto en cien mil banalidades, desde el partido de tenis de mañana hasta la tarea acumulada de planchado, que por mucho que lo odie, deberé utilizar ese trasto antes que venga Susana dentro de dos semanas.

Un siseo repentino, como de un reptil me despierta de la ensoñación, percatándome que estoy justo en el nacimiento de la arboleda, y el pensamiento de un pitillo inunda mi cabeza.
No quiero molestar a mis vecinos si se encontraban en algún momento intimo pero si han bajado a su mascota no creo que interrumpa nada importante.
Esa manía de adoptar ahora lagartos, iguanas y bichos similares como mascotas es algo que no termino de comprender.

Me interno en los árboles tratando de localizarles pero no se repite ningún indicio de su presencia. Cuando estoy a punto de volverme y desistir escucho de nuevo el siseo inconfundible junto con unos susurros.

Acercándome a ellos, distingo al fin dos figuras, pero no al animal. Lo extraño es que parecen abrigados, como si llevaran algún tipo de capa encima.

Si irrumpo en la escena les daré un susto de muerte, así que decido anunciarme saludando a distancia mientras me aproximo, pero no surte el efecto deseado ya que ambos se sobresaltan. Una de las figuras adopta posición defensiva mientras la otra se esconde detrás.

Trato de tranquilizarles, pero ahora que estoy ya casi al lado el que empieza a estar inquieto soy yo.
Ambos llevan una especie de túnicas oscuras, tremendamente abultadas en la espalda, supongo que por mochilas y con sus rostros cubiertos por grandes capuchas, aunque de la segunda, que parece ser una mujer, caen largos mechones rubios.
Él lleva los antebrazos vendados hasta el codo con cintas negras y lo mas peculiar es que ambos parecen ir descalzos, tan solo con más vendas negras cubriendo sus pies.

Me empiezo a preguntar si realmente son vecinos cuando él me ordena rudamente que me acerque lentamente, con un siseo en su voz, como el que escuché antes.
Decido hacerle caso mas por miedo que otra cosa, por que la situación me empieza a sobrepasar, sospecho que puedo haber pillado a algún camello con su cliente y quizás lo mejor sea apaciguarlo, dejarle claro que no soy policía y convencerle después que me permita desaparecer discretamente.

Ya casi al lado suyo veo que tiene toda la piel visible tatuada con símbolos y de color rojizo, lo cual aumenta mi nivel de acojone. Como pertenezca a alguna banda o vaya colocado la puedo haber liado buena.

Para mi tranquilidad ella posa suavemente una mano blanca como la leche en su hombro pidiéndole tranquilidad con una voz tan dulce como si un coro de violines la acompañara.
Podría dormirme escuchándola y casi olvido la pose amenazante de su compañero, hasta que la abandona, convencido por ella, cambiándola por un gesto mas vigilante como el de un agente de seguridad, pero imponente por el tamaño que ahora percibo de sus músculos y una altura que me sorprende.
Aun emite otro siseo de serpiente indicándome que tenga cuidado, que esta dispuesto a lanzarse sobre mi en cualquier momento.

Ella le hace callar suavemente y se me acerca descubriendo su cara. Un rostro capaz de hacerme perder la cordura por su serena belleza, mayor que la de cualquier top model, y de una fragilidad tal que de miedo respirar fuerte por si se deshace con un suspiro.
Su compañero la advierte que tenga cuidado, y creo ver dos puntos brillantes en la oscuridad de su capucha, pero ella le hace un gesto de calma y le asegura que no soy peligroso.

Menos mal que parece que la tengo de mi lado, aunque para demostrárselo me empieza a hacer una serie de peguntas que no logro comprender, algunas en otro idioma que no identifico, y las que hace en cristiano sobre si pertenezco a un montón de grupos que desconozco.

Mi perplejidad parece despejar todas las dudas que les quedaran, así que empiezo a insistir en que debería irme y dejarles tranquilos que siguieran con lo que estuvieran, pero al iniciar el movimiento de alejamiento, él posa su mano en mi hombro, y siento una leve quemadura a través de la camiseta.

Me repliego observando mi hombro preocupado, ha quedado una marca de un símbolo extraño, y les miro asustado, pero de nuevo ella se acerca tranquilizándome, hasta dejarme en un estado casi hipnótico.

Cuando ya soy casi incapaz de moverme, o incluso de recordar que hago allí, empieza a decirme que lo siente en el fondo de su alma, pero que los amores prohibidos deben ser protegidos, y que aunque ellos no van a hacerme nada malo seria mejor que no hablara a nadie de esta noche, que ni siquiera pensara en lo ocurrido.
Según me dice, las nubes escuchan, las estrellas observan, y las mentes intranquilas llaman la atención.

Trato de hacerla ver que no entiendo nada de lo que me habla, pero ella cierra mi boca con un dedo que me provoca una explosión de sensualidad y deposita algo en mi mano.


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Ohhhhh! ¿qué hora es? Las 12 del mediodía, mis amigos estarán odiándome por no ir al tenis.
Hacia tiempo que no dormía tanto, maldito calor veraniego. El caso es que tengo recuerdos extraños, creo que esta noche Morfeo me ha llevado por sueños de lo mas extraño.

Giro sobre mi hombro derecho para levantarme y siento un pinchazo de dolor. Al observarlo me quedo lívido, tengo un pequeño símbolo tatuado, casi como si fuera una letra china, pero por algún motivo que no comprendo se que no hay leguaje en la tierra que incluya ese signo.
Miro la mesilla y veo una pluma radiante que casi me ciega.

Las dudas me asaltan, quizás no todo lo que recuerdo fuera un sueño, tal vez los dos amantes encapuchados fueran reales, pero eso no me explica quienes eran, o tal vez la pregunta exacta sería “qué eran”

En cualquier caso, recuerdo perfectamente sus palabras, grabadas en mi mente a fuego, “los amores prohibidos deben ser protegidos”.




imperdonable que haya tardado tanto en poner nada por aqui cuando si tenia cosas escritas preparadas para subir

miércoles, 11 de julio de 2007

Cuando tenga tiempo me suicido (Relato de otro José M Pascual)

El otro día andaba buscando unos textos que colgué hace siglos en la pagina "rincón de poesía", lamentablemente creo que los debieron dar de baja y parecen irrecuperables

lo curioso es que repetidamente google me mostraba textos de un tocayo argentino, que decidí leer y que me encantaron, especialmente este "Cuando tenga tiempo me suicido"

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título: Cuando Tenga Tiempo Me Suicido
autor: José M. Pascual
Cuando tenga tiempo me suicido


Encontré al señor Dumbar en el puente que cruza el río que divide la ciudad del afuera. Hacia casi diez años que no lo veía; desde aquella noche en que dijo firmemente que su idea era suicidarse. Recuerdo que aquella vez había varias personas, pero que fue a mí al único que le llamó la atención aquella declaración. El resto de los que estaban en la reunión conocían a Dumbar un poco mejor que yo, y por lo que dijeron, luego de que el se retirara, el hombre solía expresar muy seguido su afinidad para con esa determinación, y que por eso ya nadie le prestaba mayor atención. Además, según me comentaron, nunca le daba tono de tragedia a su declaración.

-Dumbar ¿Se acuerda de mí?

El hombre delgado, de mirada melancólica y transparente, se quedó callado y recorrió mi figura con la vista.

- Nos conocimos en una cena en la casa de Octavio Fresán, la noche que...

- Ah, sí. ¿Cómo anda esa gente?

- No sé señor. Hace tiempo que no los veo.

- Eso fue hace como diez años- dijo Dumbar, y volvió a clavar su mirada en el río oscuro.

- Sí. Más o menos diez años.

- Qué cosa - exclamó - y cómo se acuerda usted de mí después de tanto tiempo.

- Bueno, aquella noche usted había hablado de suicidio y a mí me llamó la atención que...

Dumbar interrumpió el diálogo con una risa apenas sonora - Claro, usted creerá que yo me despido así en las reuniones para que los presentes no me olviden.

Yo sonreí - No, pero de ser así le ha dado resultado. Yo recuerdo el momento en que usted se puso de pie y con toda la seriedad del caso dijo que se retiraba porque se iba a matar.

- Sí. Y ahora estará pensando: este viejo es un cretino mentiroso.

- No. Por supuesto que no. Usted tendría sus razones. Me alegra ver que ha cambiado de parecer.

Dumbar volvió a mirarme y respondió algo turbado -¿Quién le dijo eso?- Luego giro el cuerpo para quedar de espaldas al río y frente a mí.

- Bueno, han pasado diez años.

- Usted se cree que es tan fácil. Que uno dice voy a terminar con esto y termina así como así. Yo nací con ese sentimiento, de pequeño fui a parar al hospital tres veces por saltar desde la cuna al piso. Mi madre, muy religiosa, trato en vano de inculcarme la convicción de que ese tipo de determinación está en manos de Dios. Con el paso del tiempo la vida se fue complicando y, como le decía, las cosas no son tan simples.

- Entiendo.

- Mis padres necesitaban que yo trabaje y así lo hice. Cuando ellos murieron en el accidente del Bahía Dolores, yo pude elegir. Trabé todas las puertas y abrí la llave de gas. Vacíe un frasco de pastillas en mi estómago y acabe con la botella de un whisky que estaba listo para ser abierto sólo para aquella ceremonia.

Dumbar notaba que yo seguía atentamente su relato a medida que el sol se ocultaba en su espalda y desaparecía en el río.

- Algo salió mal. Se escucho un estallido; debió ser mi maldita costumbre de fumar antes de irme a dormir. Estuve inconsciente por más de seis meses. Cuando abrí los ojos la vi a ella, casi una aparición bíblica. Una mujer morena, con sonrisa placida y unas manos suaves; muy suaves, como su modo de hablar.

Dumbar se quedó en silencio un instante, encendió un cigarrillo y continuó el relato.

- Era una enfermera, y dicen que me cuidó como nadie lo hubiera hecho durante tanto tiempo. Lo cierto es que me casé con ella y que con ella tuve un hijo. Conseguí un nuevo trabajo y vivimos más de cinco años en una pequeña casa que ella hacía parecer grandiosa. Un día se cansó de cuidarme y se fue lejos llevándose al hijo.
Yo no me atreví a comentar todo aquello más que con una mueca o el arqueo de mis cejas.

- Cuando estuve listo nuevamente, fui elegido representante de mis compañeros en el gremio. No pude dejarlos solos. Buscaba que me echen exigiendo lo imposible y eso fue peor. La patronal me decía a todo que sí y los muchachos se creían que yo era un héroe en vez de un simple suicida buscando que lo retiren del juego. Al final me pudieron desplazar, pero ya habían pasado cinco años más. De aquel tiempo fue la reunión en donde nos conocimos.

Sonreí como lo haría un espectador viéndose entrar en la película.

- Aquella noche llegué a mi casa y decidí hacer una nota. Un escrito ¿Entiende? Un suicidio sin dejar una nota no sirve. Bueno, no importa, la cuestión es que advertí que no había nadie en mi vida como para que leyera esas líneas. Así que escribí y se la lleve a un amigo que hacía mucho no veía. Él la leyó y me pidió que le diera unos días. Yo no estaba tan apurado, así que escuche el pedido.

Dumbar consumió el resto de tabaco que le quedaba y la brasa cayó al agua para apagarse en la oscuridad de la noche.
- Tres días después, este amigo, llego a mi casa para comentarme que mi especie de testamento inmaterial había sido leído por un editor que estaba muy interesado en que yo amplíe mis notas para ser compiladas en un libro.

Dumbar me miró con desgano y dio un repentino giro para quedar nuevamente de cara al río que ya no se distinguía del resto del paisaje nocturno.

- Y aquí estoy.

- ¿Hoy es el día?- le pregunté con cierto temor.

- ¿Hoy? Hoy no, imposible. Mañana tengo una reunión en una librería... El contrato... No sé, quizás después de terminar mi último libro...

- Bueno, me alegra. Digo, usted está bien ¿no?

- Estoy resignado. Sabe qué, ya estoy viejo. Quizás todos seamos suicidas resignados a que nos sorprenda la muerte.

Dumbar me dio la mano y se retiró con paso tranquilo bordeando el fluido constante de las luces que cruzaban el puente.

Quizás todo suicida justifique su acción en el miedo que causa la posibilidad de que la muerte lo sorprenda a uno. Puede que sea la única elección de vida que les quede a quienes en la vida no pudieron elegir nunca. Tal vez todo radique en la falsa fantasía de que la vida viaja por la ruta de las grandes decisiones y no por el camino angosto y polvoriento de las pequeñas elecciones.

Por unos minutos, así me quedé: mirando el río que ya no se veía, en el lugar preciso donde el señor Dumbar, hacía un instante, había estado, quizás, pensando cosas parecidas.

por José M. Pascual

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Mi felicitación por el relato tocayo, y al resto os recomiendo el enlance de "cuentos cortos" de la lista, donde podreis leer mas cosas suyas