martes, 29 de julio de 2008

Dreamhunters



Cuentan que la materia ni se crea ni se destruye, que tan solo se transforma, y esa afirmación, simple en apariencia ha sido el leit motiv de vidas enteras y cascadas de tinta y papel.
¿y los sueños? ¿son materia? Qué le sucede a un sueño cuando es abandonado en la cuneta de los años, triste y solitario.

En la otra cara de la moneda esta la primavera, el mayor caudal de producción de sueños e ilusiones, febriles y acalorados muchos de ellos, pero olvidados en verano en gran medida.

No puedo responder al origen de los sueños, pero si a su evolución final, y es que pese a lo que digan esos científicos barbudos en sus batas blancas, las nubes están hechas de sueños, tanto más altas cuanto inalcanzables eran estos.

Por eso las de verano son tan furiosas en sus tormentas, provienen de los amores rotos y los no correspondidos, mientras los de invierno y aquellos largamente hibernados, habitualmente ansias de niñez que olvidados se tornan en gélidas capas de nieve de bombero o granizo de astronauta.

¿Cómo lo se? Evidentemente por que me dedico a caminar entre ellos, surcándolas y recolectando aquellos que aun guardan algún rescoldo de esencia onírica en su corazón, los mas poderosos.

Mi bajel despliega sus impolutas velas y recorre los mares celestes, oculto en olas de algodón, ojo avizor a los instantes cumbres, amanecer y atardecer con sus amplias tonalidades de rojos y grises, cuando más melancólicos o románticos nos mostramos.

Puede sonar bucólico y ensoñador, pero no dudéis que se trata de una maldición, como me recuerdan las olas autenticas cada vez que cometo la imprudencia de dirigir mi mirada hacia abajo.

Hace más tiempo del que puedo recordar, las ancianas maderas se remojaban con la sal marina, y mis cartas de navegación me permitían rendir tributo a mi amor, aquellas inmensas superficies marinas.

Nunca encontrareis amante mas apasionado que yo podía ser con las olas, y mis celos por Poseidón y las deidades acuáticas eran legendarios, hasta que una tarde otoñal aquella lombriz embaucadora arribo al puerto donde aprovisionábamos y me sedujo con brillantes cofres de oro y joyas a cambio de dirigir sus incursiones en tierras extrañas y nuevas, tan vírgenes que me retuvieron entre sus garras.

Y la mar, traicionada y despechada, me maldijo, entregándome a paganas entidades que aun hoy no comprendo, amorfas energías, y seres multicolores, maravillas que me hicieron pensar en pesadillas al despertar... hasta que al asomar por la proa como cada mañana, el horror de encontrarme en los cielos casi acaba con mi animo.

Tantos siglos después, todos mis fieles tripulantes, que me acompañaron en la maldición, se han suicidado en goteos dramáticos, pero aquí siguen sus cuerpos, recordatorios del tiempo inagotable.

Continúan realizando sus tareas de forma eficiente pero sus miradas se encuentran vacías, huecas, y no quiero pensar donde residen sus almas, si tan solo pudiera romper aquel pacto firmado mas permanentemente con el alma que si hubiera estampado mi propia sangre.

Desconozco la función de los sueños etéreos para los vigilantes de tan cruel condena, pero a veces retengo alguno en las bodegas y hago que mi tripulación los inhale, creyendo ver por unos segundos como un halo de gratitud les empapa, pero son síntomas tan leves y efímeros que son rápidamente olvidados.

Tan solo me queda rezar a mi amada mar, y pedirla que perdone los pecados cometidos, al menos eso es lo que espero cada vez que veo el sol desaparecer en el horizonte, reflejado en sus mareas.

Mientras ella me perdona o encomienda un atarea que me permita redimirme, tan solo puedo imploraros lastima para este lobo de mar desterrado, Capitán McMurlock

No hay comentarios: