Pasaba ya bastante de la medianoche, en la oscuridad sin luna y el pantano reclamaba sus víctimas, como tanto tiempo.
La mafia local lo había utilizado como funcional deposito de cadáveres, dejando que la naturaleza descompusiera aquellas pruebas que pudieran resultar molestas, especialmente aquellos policías que decidieran cobrar demasiado por mirar a otro lado, siempre ocurría, el que aceptaba los sobornos llegaba un momento en que se sentía poderoso como para chantajear, y obtenía un relajado baño en las pozas hasta desaparecer.
El chaval cargaba con el cuerpo entre resoplidos, demasiado pesado para él. Además de que le causaba pavor. Era su primera víctima, y para colmo por una vez se trataba de un policía legal, que rechazo incluso el primer sobre, y pretendía cumplir con obligación de forma ilusa.
Varias veces se giró alarmado, para darse cuenta que el ruido lo provocaban sus dientes desatados de frio y miedo.
La Maleza se enredaba en sus tobillos, vivas torturas que pretendían retenerlo al tiempo que clamaban por el cuerpo del desdichado.
Por fin llegó al claro y se arrojo el cuerpo a la poza, respirando profundamente por primera vez en horas, aunque la humedad le provocara espasmos y arranques de tos.
Un movimiento lo alertó, girándose en el temor de haber molestado a un caimán, para encontrarse con tres mujeres, de distintas edades y cubiertas por oscuras túnicas, que tejían en un enorme telar.
Aquello era ilógico, qué podían hacer aquellas tres mujeres allí, especialmente siendo una de ellas una anciana y otra una niña, y con aquel telar, era de locos. Pero sobre todo le habían visto, y ahora estaba obligado a matarlas también y deshacerse de sus cuerpos. Aunque quizás tardara mas con el cuerpo de la de edad mediana, una autentica belleza.
Extrajo su arma silenciosamente, procurando no ser visto. Lamentablemente no pudo evitar un gemido al fijarse en el bordado, que le representaba a él mismo lanzando el cuerpo a las insalubres aguas, mientras un fuego fatuo se alzaba a su espalda.
Cuando la anciana le miró, o mejor dicho, giro su cabeza mirando en su dirección, pero aquellos ojos le traspasaban mirando más lejos aún.
El tono de las palabras le taladró el cerebro.
–“si tienes miedo no debiste meterte en asuntos turbios”, sonaba como si le llegan desde una tumba o de un lugar muy lejano.
Congelado, permitió que la escena se repitiera con la segunda mujer y finalmente con la niña.
-“Si tienes miedo no debiste entrar en el pantano, ni matar a aquel policía sin saber nada de él”
-“Si tienes miedo no deberías mirar atrás”
Cuando la niña pronunció la última frase, las tres giraron al telar, cuyos hilos se habían agotado, y tiraron de él, descubriendo un pesado y antiguo espejo, de marco oxidado y en el que se podía ver el reflejo del difunto detrás suyo.
Nunca encontraron el cuerpo del muchacho, tan solo el del policía en el mismo límite de los pantanos a la mañana siguiente.
No acudió mucha gente a su entierro, pero sus compañeros sabedores de su afición por el tarot dejaron cado un arcano de la baraja que se encontraba en el cajón de la oficina.
Si las hubieran girado, cada carta llevaba grabadas tres mujeres y un telar en el reverso.
Todos los miembros de la mafia local recibieron en las siguientes semanas una carta de tarot, la misma en todos los casos, la muerte. Obviamente todos desaparecieron sin dejar rastro.
La mujer de uno de ellos afirmaba haber visto al policía muerto, pero este estaba bien enterrado, no como todos los cuerpos que reclamó el pantano. Las siguientes semanas desde la ciudad se pudieron ver numerosos fuegos fatuos arder sobre las aguas, sorteando la maleza.
jueves, 20 de mayo de 2010
martes, 11 de mayo de 2010
Reincorporaciones Gehenna S.I.
Jeremiah era un buen tipo, sin duda alguna nada que ver con ese bruto descortés de Vlado. Por supuesto que les costaba una fortuna reubicarlo cada vez que pasaba demasiado tiempo en un lugar, pero nunca había dado problemas que aceleraran los cambios, solía ser un encanto con los niños y se integraba bastante bien en las comunidades donde residía.
Además, ese inconveniente era común a todos sus clientes, habría que ver cómo se las apañaba una agencia de protección de testigos en la que sus clientes no murieran ni se hicieran viejos.
Descontando el detalle de que en vez de testigos fueran los acusados, por montones de historias exageradas y caducas, y viejas chismosas que metían el miedo en el cuerpo a sus nietos.
El bueno de Jeremiah tan solo había defendido su hogar y sus tierras de los colonos y el avance de la civilización se lo llevó por delante. Quizás se extralimito en alguna ocasión y arrasara algunos poblados, pero jamás provocó una víctima voluntariamente, y a cambio el folklore convirtió al Sasquatch en un monstruo.
Pero si aborrecía la carne y solo la comía si no había cerca pescado o vegetales. ¿Alguien se imagina un cruce entre un oso gigante y Shaquille O’Neal entrando en un restaurante vegetariano a pedir una ensalada? Peor fue cuando pidió un Rodaballo, pero claro, a ver que camarero le explicaba que allí no lo servían, por supuesto que se fueron inmediatamente a comprarlo.
Ahora que lo pensaba también le solía salir por una fortuna cuando había que depilarlo para que pareciera un humano corriente, excesivamente alto pero humano. Bendito invento la depilación laser.
Reintegraciones Gehenna S.I. podía ser un buen trabajo, especialmente si te tocaba llevar casos como este, y veías como tu cliente se integraba en la sociedad, un gigante bonachón.
Pero por qué Vlado tenía que haber metido sus eslavos colmillos en medio de todo, justo la noche que la pescadera local había decidido pasar al asedio y quedarse a cenar tratando de descubrir si todo en Jeremiah estaba proporcionado.
Evidentemente, el asunto se torció por completo, precipitándose cuando la señorita Harriet Wilson se encontró a un Sasquatch enorme y peludo practicando lucha libre con un vampiro sanguinario en medio de la habitación.
Sería demasiado pedir que al menos hubiera existido algún motivo de importancia capital, algo como los cuatro jinetes cabalgando el cielo sobre la luna, o avistamientos de una bestia de siete cabezas y diez cuernos en la playa.
Pero no, aquellos dos zánganos solo tenían una vieja deuda de consecuencia de una tramposa partida de cartas.
Mientras trataba de ocultarlo todo a los medios y reubicarlos a ambos, tenía muy claro que no aceptaría otro encargo similar, que otro se encargara de reincorporar a Nessie, porque él no estaba dispuesto.
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