miércoles, 28 de febrero de 2007

El final de un pueblo sin nombre

Estaca en las manos, contaba los momentos que faltaban para la hora de la verdad.
Sus manos flojas y temblorosas, en la mente la firme determinación de acabar con la bestia, en el corazón el miedo al fracaso, y en su pecho el símbolo de una fe que hacia tiempo había perdido.
Explosivo cóctel de emociones y miedos, al borde del anochecer, con los últimos rayos del crepúsculo en el horizonte, aunque no los pudiera ver. Tan solo el presentimiento de la luna sobrepasaba la muralla que en su vista constituía el ataúd, maldito refugio de infamias.
Unos segundos, no dispondría de más tiempo para acabar con la bestia. Vengarse de la muerte de su familia, de la profanación de sus almas. Y de la suya propia, pues aquel ser había hundido sus razones de ser en el fango y su moral resquebrajada le lastraba a los ánimos.

Pero antes, un instante de gloria cuando lograra alzar sus puños, aferrados a la madera y hundirla en el corazón, un postrero sacrificio.

Debía ser rápido, pues solo con el último rayo se abriría la tapa del sarcófago, y el cuerpo que allí reposaba quedaría vulnerable mientras recuperaba la esencia del mal. Rápidamente recobraría las fuerzas y el sentido asegurando el fracaso.

Escucho un clic, los goznes chirriaron, levantando la pesada tapa, dejando que la luz de la luna inundara los ojos muertos. El reflejo de plata en su rostro, todavía sereno, pero a punto de ser dominado por la sed insaciable.

Al borde del abismo, levanto las manos sintiendo el fin próximo. Dejo caer el martillo del destino sobre aquel seco corazón y hundió la estaca sin remisión sobre el pecho, diciendo adiós a la existencia, mientras se sentía invadido por la oscuridad.

Dos meses antes una hermosa mujer se le había confesado, aterrorizándole por sus indignidades, pero a la vez hipnotizándole con sus ojos candentes, para después infectarle de un mal ancestral.
Dominado por la sed de sangre el mismo tuvo que contemplar impotente como sus propias manos y colmillos daban fin a su familia y a sus parroquianos, pero hoy obtenía la retribución a sus sufrimientos. Sentía como sus ojos se horrorizaban al tomar el demoníaco ser control sobre su cuerpo y descubrir el fatal desenlace, durante breves momentos que fueron eternos por el sufrimiento.

Finalmente, su rostro por fin descanso en paz, abandonado a los brazos de la muerte, pero por fin solo, sin la compañía de aquel que le había poseído.

Cuando fue descubierto su cuerpo así como el del resto de los difuntos del pueblo, nadie supo como interpretar las evidencias, pero temerosos unieron todos los cuerpos en una pira funeraria, prendiéndoles fuego y dejando que los pesados velos del olvido cayeran sobre aquel lugar sin nombre que la historia recuerde.

3 comentarios:

Bea dijo...

Me ha dicho un pajarito numérico que hoy es tu cumple... felicidades! ;)

Absurdo Rutinario dijo...

Felicidades Kaos. ¡Y deja ya de chuparnos la sangre!

Oye me ha vuelto a gustar el texto. ¿Te vas a especializar como los médicos?

la cónica dijo...

Leo la estaca, la estaca, la estaca... y no me concentro en tu historia. Lo siento, pero hoy la estaca no la puedo asociar a los vampiros... Besos