RS-62 era el último de su especie.
En realidad también el primero, pero cuando atraviesas los desiertos de un mundo abrasado lo primero parece cobrar mas importancia.
Como forma de vida sintética, no tenía necesidades de alimento o bebida, ni siquiera requería dormir para seguir funcionando, pero la soledad atormentaba con falta de estímulos a sus módulos de inteligencia artificial, y después de dar veinte vueltas al mundo visitando todos los rincones imaginables su memoria solo tenia ocupada una parte ínfima.
No se podía considerar como una sorpresa el que se encontrara solo en la faz del mundo, a fin de cuentas él era quien había aniquilado a la población, pero no podía sentir culpa por ello, ya que su programación no lo permitía.
La mismas ordenes que le dieron nada mas legar a la creación, como el arma suprema y que debía terminar con una guerra que duraba ya siglos.
Lo que sus creadores no alcanzaron a sospechar fue que habían equipado demasiado bien a RS-62 y el alcance del desastre afecto a la globalidad del planeta, no solo a la mitad rival.
¿por qué se habrían debido parar la radiación o los desastres naturales en unas fronteras que desconocían?
Desde entonces, había vagado sin propósito, vacío. Únicamente impulsado por un ansia de aprender que se veía frustrado eternamente.
Un buen día, tras un amanecer como tantos otros, ocurrió la respuesta a sus suplicas.
Las señales de sus sensores fueron inequívocas, un organismo cibernético impactó contra la superficie del planeta, un congénere caído desde el cielo.
Parecía tratarse de tecnología rudimentaria, pero estaba seguro que sería tan solo su cápsula. Él podría acompañarle en sus travesías, contarle como eran las estrellas, y tal vez, llevarle después consigo cuando se recuperara.
Acudió ilusionado al lugar del impacto, deseando que no se hubiera dañado, pero aquella nave se encontraba vacía, o peor aun, la nave era el propio ser, mucho mas tosco y anticuado, incapaz de pensar o actuar, desconocedor de todos los avances de la inteligencia artificial.
Orgulloso en su descenso de los cielos, se negaba a proporcionarle información o compañía con la que mitigar su angustia, pero el lo analizaría, descubriría su origen, si aquello había venido de algún lugar significaba que ahí fuera, en algún sitio existía vida, y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por encontrarla.
Sus creadores disponían de numerosas naves espaciales, aunque siempre fueron incapaces de encontrar nada mas que rocas inertes, pero él triunfaría donde ellos fracasaron, como ya hizo aquel día de truenos y fuego.
La nave se resistió, protestaba en lenguajes incoherentes, pero al final logró interpretar sus quejidos, eran mensajes, una cultura había grabado allí la huella de su cultura y la había mandado al espacio, operas, música, mensajes de saludo, libros informatizados....
Durante meses disfruto de lo que allí se mostraba, una civilización hermosa, llena de pasiones, donde los amores eran capaces de romper los muros mas gruesos, pero sobre todo en toda aquella información no había una sola referencia a las armas nucleares, las cuales habían destruido su mundo.
Y lo mas importante, contenía un mapa estelar para llegar hasta allí, siguiendo el camino al que recorrió la sonda, le llevaría eras completas, pero disponía de ese tiempo.
Temeroso, le costo abandonar el lugar donde había crecido, pero al final se decidió, debía llegar a ese mundo, al que empezó a denominar “Paraíso”, ya que su nombre se borro del mapa en el impacto.
Monto en la mas potente de las naves que funcionaban, bautizándola como voyager en honor a la sonda que le había salvado de la soledad, y abandono el planeta de sus creadores, la tierra, en busca de un hogar.
2 comentarios:
Siempre suponiendo que la inteligencia artificial disponga de emociones.
Aún así pensar en nuestro futuro a largo plazo no suele traer mucha esperanza.
si tan solo existiera la intelingecia natural la humanidad no haria tantas burradas
el futuro...... negro, pero de alguna manera espero que salgamos mejor de lo que pinta
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