domingo, 11 de enero de 2009
A la luna le gusta el blues
Inundaban el aire los lamentos de su vieja guitarra, notas desafiantes y luchadoras, con ansias de vida propia, pero que para el oyente casual encajaban la perfección en su ronco murmullo.
Si el diablo incendiara la tierra, este sería el primer lugar o el ultimo rincón en ser consumido, en función de que le gustara el blues.
Sentado bajo el carcomido poste de carretera, con el atardecer a su espalda y escoltado por los caminos que llagan al cruce, vio pararse a su lado un coche, demasiado rojo, demasiado escandaloso, conducido por una preciosidad de piel canela, escondida tras unas enormes gafas de sol, que a duras penas tapaban las marcas y lagrimas.
La mujer, a punto de abrir la boca escucho la contestación a sus preguntas:
-Seria mejor fundir el dinero del maletero, cambiarlo de forma que no te puedan localizar, o mejor aún, tirar las cenizas al mar, por muy valioso que sea – Continuó sin levantar la vista ni dejar de tocar las tristes notas - Aun así, si deseas continuar tu viaje, 2 kilómetros al oeste encontraras un motel donde pasar la noche, pero te aconsejo darte prisa en llegar a la costa, y luego coge a tu familia y mudaros a algún sitio tranquilo, no querrás estar localizable durante un tiempo.
El asombro apenas dejo espacio para la creciente furia por que el anciano conociera tanto de sus propósitos.
Trató de replicar, de negar todo, pero una mirada de aquellos ojos, bastó para congelarla, pausando por un instante imperceptible los gemidos de las cuerdas.
Cuando la suave cadencia volvió a inundarlo todo, ya ninguna palabra tenía sentido, tan solo tomar el volante y dirigirse carretera adelante.
Mientras el coche se alejaba desapareciendo en la nube de polvo del camino, el anciano entono los últimos acordes, dando por cerrada la canción con la armónica que había aguardado serena en el bolsillo.
En paz con el viento y las nubes procedió a guardar su instrumento.
-Me gustas, preciosa, tan rebelde e inconformista que me recuerdas a mi mismo hace demasiado tiempo. Suerte en tu viaje, aunque creo que no la necesitaras, hay sendas que se recorren mejor tomando las cosas con decisión, sin confiar en la traicionera fortuna....
Una llamarada ilumino repentinamente el crepúsculo y el cruce quedó vacío de nuevo, sin rastros de que nadie hubiera pasado por allí en años.
A la mañana siguiente la policía encontró al marido muerto, con el mástil de una vieja guitarra partido y atravesando su corazón. Sin rastro alguno del dinero ni de su mujer.
Había sido lista y tras huir siguió los consejos del anciano, pero parece que el infierno tenia un rincón reservado para aquel que la había estado golpeando durante años.
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