sábado, 6 de enero de 2007

Mascarada



Tras observar la función desde el asiento mas escondido en las sombras, y aplaudir la obra a rabiar, espero a que los operarios recojan todo y vuelvo a los túneles bajo el escenario, escondiéndome del personal de limpieza.


Una vez en mi cuarto, me quito la mascara para depositarla en su lugar de reposo, tras haber cumplido su función, junto al resto de las que suelo utilizar, olvidadas y cansadas, como yo mismo, y me vuelvo a preguntar si merecen la pena, si esto es realmente amor.


Las observo, coloridas, o austeras, lisas o grabadas, pero siempre con la parte interior idénticamente vacía, tan solo alteradas de su forma inicial por las marcas de las heridas que provocaban, una vez que dejaban de ajustar y había que sostenerlas para que no cayeran. De repente me siento desnudo, desprotegido de armadura y al romperse el sello hermético de la caja de la que deberé extraer una nueva, allí la veo totalmente inocua y neutra, ausente de personalidad mientras elijo como adornarla.


Cada una de estas mascaras representó su papel mientras trabajaba como actor, una personalidad, un aspecto, una herida o una ilusión, pero todas ellas quedaron atrás tras el accidente. Hoy tan solo me permiten salir de mi cubil y tomar contacto con la realidad y la gente. Una masa en la que cada vez me siento mas extraño, y que aborrecería de no ser por Ella.


Mi antigua compañera en las funciones, de quien estuve enamorado, aunque el incendio me impidió acercarme más a ella. Durante algún tiempo me convertí en un ermitaño dentro de los túneles del teatro, pero cuando la volví a escuchar cantar, sentí en lo mas profundo que debía volver a verla, y retorne a la costumbre de utilizar mis mascaras para presentarme entre el publico, siempre en los rincones mas oscuros, donde nadie se preguntara por el extravagante personaje de la capa oscura y cara cubierta.


Durante los últimos 5 años la he agasajado con regalos y flores de su admirador secreto, y por las entrevistas que ha concedido a la prensa pude saber que logré atraer su atención aunque haya pasado de los brazos de un compañero a otro. Siempre hiriéndome de muerte, pero a la vez salvándome con su sonrisa cuando la veía feliz, y de nuevo haciéndome albergar esperanzas al ver que solo jugaba, se cansaba y volvía a dejar anónimos en el tablón de anuncios a su admirador. Un juego que nos ha permitido conocernos sin vernos, amarnos sin tocarnos.


Siempre preguntándome si esto es amor, pero debe serlo, ya lo era antes de que las llamas me tragaran, mi corazón tan solo palpita por ella, y lo sabe.


Mañana será el aniversario de mi desaparición, y he decidido por fin presentarme en su camerino, ramo de rosas en mano, dispuesto a que conozca mi secreto, como su primer amante es también su admirador.


Me jugaré la vida a una carta, sin esperanza de una segunda partida.





1 comentario:

Nathalie dijo...

que bonito! con reminiscencias al fantasma de la opera y video incluido!