martes, 30 de diciembre de 2008

Labios de caramelo

Recojo una lagrima de tu mejilla y veo en ella reflejados tus labios de caramelo, cruel mundo este que es capaz de torcer una sonrisa en lamento, y exprimir dos luceros hasta que caen las gotas de su esencia.

Miedos recorren mi espalda al notar tu voz quebrarse, y haría gritar la guitarra que no se tocar, rodaría por la pendiente que no se esquiar, y bailaría la salsa en la que siempre doy saltitos si pudiera restañar las heridas invisibles.

Reluciente campanilla, toma un diente de león del suelo, y sóplalo con tu última uva alzada, pídele tu deseo a la luna.
Como en la canción, mis doce uvas serán doce soldados, sin tropiezos ni traspiés, que se amotinaran al destino para asaltar el año nuevo y con la misión de cumplir deseos, y como dice la letra, “No hay doce espinas que no traigan con el tiempo alguna flor”.

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Le vuelvo a tomar "prestada" una canción a los chicos de zamburiel, a los que no me cansaré de recomendar que los escucheis (y a ver si me puedo acercar a otro de sus conciertos), para soplar un deseo al aire con este texto y su dedicatoria especial, y la esperanza de que los caminos no nos cambien, y el 2009 muestre sendas libres de niebla y que campanila disfrute su vestido dorado, y ya puestos a pedir, que me deje verlo :)

domingo, 21 de diciembre de 2008

Romper un espejo da 7 años de mala suerte

Lunes, 7:30 de la mañana.
Con los ojos doloridos por el sueño me encamino al espejo, resignado al agua fría que despeje mi cabeza y engañe al sopor para un nuevo día, “ilusionado” por la rutina habitual, ducharme afeitarme, el traje, la oficina...
En fin, vayamos paso a paso que luego nos aturullamos.

Un vistazo al espejo devuelve una imagen francamente deplorable..... ummmm... ¿acabo de sonreír? Espera, creo que el sueño me esta jugando una mala pasada, ¿desde cuando tengo esa mueca de malicia? Por que mira que me queda como una patada.

Espera, me estoy yendo de vuelta a la habitación, llamando a Diana, pero eso es imposible, por supuesto debo estar soñando, y mas bien parece una pesadilla, el caso es que veo delante mío el baño con todo lujo de detalles, aunque un poco como si lo viera a través de un cristal, y en cambio al mirar a mi alrededor, es como si hubiera lagunas.
Es increíble lo que podemos llegar a soñar, aunque me resulta extraño, todo demasiado real.

Y ahora vuelvo a entrar, después de un apasionado beso con Diana en la puerta del baño. Otra vez esa insidiosa sonrisa tras cerrar la puerta, y de repente empiezo a hablar, bueno, mi reflejo, el que ha sido capaz de salir, ¿por que yo me he quedado mientras aquí parado? Pero no mira al espejo, al menos no directamente, no logro verme los ojos.

Espero que no te lo tomes a mal, no es nada personal, tan solo me encontré atrapado hace años como tu, en otro espejo, y cuando hoy he podido saltar al tuyo y colarme en tu cuerpo he visto la luz.

No intentes salir del baño, tu terreno ahora mismo es el reflejo que se ve allí, y desde luego no tengo intención de contarte como dar el salto, ya lo descubrirás si eres listo dentro de tiempo, el suficiente para estar alejado de ti, ahora lo mejor es que te tape con esta toalla y convenza a tu novia de cambiar el espejo.
Bueno, quizás fuera mejor llamarla “mi novia”, ahora que estoy en tu cuerpo, y por cierto, que tienes buen gusto chaval, tiene un culo de infarto. Eso ya lo sabes, pero te lo agradezco, ya que ahora disfrutare de ella a menudo.

No puedo creer la pesadilla que está generando mi cabeza, debo dejar el vino por las noches, pero cuando tapo... tapa.... ¡lo que fuera!, cuando la toalla cubre el espejo, lo hace hacia mí, dejo de ver el baño, y siento caer la tela sobre mis hombros, puedo notarla en mi espalda, y sin embargo no logro apartarla, como si fuera una cortina de acero.

Esto es una locura, es imposible, me despertare pronto, y solo quedará el sudor frío en mi espalda, aunque cada palabra que escucho fuera sea una tortura.
Esa cosa, ese “ladrón” se regodea haciendo el amor con ella en el mismo baño contra la pared. No, no la conoce, eso no es hacer el amor, la esta fallando, la esta violando aunque ella disfrute, consienta, creyendo que soy yo, y cada jadeo se clave en mi corazón, las exclamaciones, los gritos de placer me vuelven loco y solo puedo llorar, chillar sin que me oigan.

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Ese bastado no ha logrado convencer a Diana para deshacerse del espejo, a fin de cuentas estaba nuevo y ella es muy supersticiosa, como atreverse a romper en pedazos un espejo así. Gracias a dios por esas supercherías que tantas veces la critiqué.

Mi ladrón particular ha conseguido en cambio trasladar mi encierro al trastero, lejos de peligro pero también apartado de cualquier escapatoria, convirtiendo mi mundo en un revoltijo de bicicletas, libros polvorientos que ni siquiera puedo abrir y el vacío de la soledad.

De vez en cuando baja hasta aquí, no se si como penitencia por lo que ha hecho o para regodearse, por que aunque suele disculparse, después me martiriza contándome con todo lujo de detalles sus aventuras con “mi novia” en la cama, incluso el muy sádico me enseño la lencería que la había comprado y relato como la había dado placer en el probador de una tienda, viciándola en practicas morbosas en publico.
También me describe como la pone los cuernos con cada joven que consigue que caiga en sus garras, haciéndome daño en la forma en que se lo hace a ella, lo único que me queda en el mundo real.
Después suele irse entre carcajadas crueles.

Vuelvo a oír el ruido de la puerta, y entra ella, tan bella y radiante como siempre, se me ocurre que podría escapar de aquí si lograra que se miré en el espejo y saltar como me ocurrió aquel día, pero de inmediato me doy cuenta que seria condenarla a la misma tortura, encadenarla a ser un reflejo vacuo sin vida autentica.

Entre mis dudas dejo escapar el momento en que se mira para colocarse el pelo, supongo que al mirarse se ha visto a si misma, que hubiera podido saltar, pero que los remordimientos me lo han impedido.
Y de repente caigo en el error, si hubiera saltado después solo habría necesitado obligarle a mirarse en el espejo, lo que tanto evita, y nos devolvería a ambos a la normalidad, pero lo he pensado tarde, ella ya se dispone a salir empujando la bicicleta.

Al abrir la puerta le veo llegar, insistiéndola en que no hacia falta que bajara, que ya se habría encargado él, por supuesto para no darme opción a escapar.
Al salir me dirige una mirada furibunda mientras la soba el culo, regodeándose en el mensaje, no permitirá otra oportunidad como esa.

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Un mes después me encuentro hastiado de todo y al mismo tiempo privado de un final que también ha pasado por mi cabeza, ni tan siquiera el suicidio esta a mi alcance.

Ruidos en la puerta indican que alguien entra, de forma apresurada, descuidada.
Al entrar la luz distingo dos figuras besándose apasionadamente, hombre y mujer, presuponiendo quienes son. Ese mal nacido parece que tiene intención de restregarme otra vez lo que esta haciendo con mi vida.
No quiero ni mirar, asqueado por todo, cuando de repente un reflejo en sus rostros me hace ver que no se trata de mi torturador, aunque ella si es Diana....
Vaya, parece que la pendiente de perversión por la que la han lanzado la ha llevado a decidir ponerme los cuernos, bueno, mas bien po0nerselos a él, o a ambos, no se como se describiría esto.
Tan solo puedo llorar, impotente por todo lo que tengo que ver ocurrir en mis narices, aunque ellos seguramente se verían a si mismos.

Al terminar ella se arregla y sale picara, pidiéndole que espere unos momentos y salga con cuidado.

Le veo arreglarse la ropa y empezar a peinarse, cuando repara en el gran espejo de baño apoyado en el suelo.
Se acerca a mi, comprobando como ha quedado el pelo, es el momento de huir, sin remordimientos esta vez.

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El conocimiento de la aventura de Diana me ha sido muy útil las ultimas semanas, con un poquito de la astucia que me falto hace tiempo he averiguado que estaba harta de las costumbres sádicas de mi impostor, motivo por el que no me costó convencerla para fugarnos, desinhibida por este tiempo de lujuria, convertimos la huida en una luna de miel sin fin, entregados a la pasión.

El espejo lo trasladé con cuidado a su lugar original en el baño, con cuidado de no mirar mi reflejo a los ojos, percatándome con regocijo que el nuevo espejo era muy parecido tanto que posiblemente nadie se daría cuenta hasta mirarlo con detenimiento, cuando sería tarde.

Le expliqué al nuevo cautivo lo suficiente, que debía esperar a que el dueño de la casa se mirara al espejo para huir saltando.
Se que no me creerá de primeras, pero le insistí lo suficiente, a fin de cuentas la propia realidad de verte allí encerrado sería suficiente para cometer acto `por irracional que pareciera.

Las instrucciones incluían de forma estricta que una vez lograra saltar debía romper el espejo en mil pedazos. Desconozco si lo habrá logrado, pero no me iba a quedar a esperar, ni mucho menos conozco el efecto que tiene la rotura pero espero que lo acabe con esa maldición para siempre.

Diana se acerca a la piscina con dos caipirinhas en la mano, a veces confiesa que hecha de menos al tipo con el que casó, pero que se volvió medio loco, y que yo le recuero a él al principio..... si supiera toda la historia.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Conversacion al ocaso



Andrajoso y maloliente, totalmente cubierto su cuerpo de pedazos de telas dispares en una amalgama desagradable y sucia, tal era el aspecto del personaje que se sentó pesadamente sobre la roca a orillas del río, con el crujido de unas rodillas que habían caminado demasiados años.
Finalmente apoyo su alto cayado en el suelo, con el extremo superior también envuelto en un enorme bulto informe, junto al pesado macuto que antes portara cargado a su espalda..

Parecía imposible que pudiera ver algo por entre las telas que impedían ver su rostro, pero allí se encontraba, cara a cara con el ocaso, en un hermoso y sereno paraje del que por supuesto desentonaba.

Junto a el, y a la vez alejado tanto en distancia como en esencia, se encontraba un joven ya con madura sobriedad pero aún conservador del ardor de espíritu y la fuerza, salvo por las indignas cicatrices de su espalda, y con sus ojos ardientes también dirigidos al anaranjado orbe que se ocultada tímido y ruborizado ante sus espectadores.

Antitesis uno de otro, pues el joven desprendía la energía pera la que su compañero era agujero negro, uno cubierto apenas sus zonas púdicas y el otro invisible tras capas de abrigo. Por un segundo giraron sus cabezas al unísono, observándose en silencio para de nuevo ignorarse durante minutos, embelesados por la belleza del atardecer.

Mientras un lejano pescador terminaba de recoger sus aparejos para marchar, el joven abrió al fin la boca:

- No se puede negar que al viejo le salieron bien los atardeceres.

- Cierto, aunque si te oyera no tengo claro que pensaría...

- Tranquilo, el también se queda todas las tardes mirándolo, no es peligroso a esta hora. Ya sabes que conocía bien sus costumbres.

- Aun así, si piensas continuar muchos siglos con esta costumbre, deberías tomar mas precauciones.

- ¿Para qué? ... Y amargarme como tú, disfrazándome de leproso, nadando en inmundicias, solo para ver como se esconde tu condena. No, gracias, siempre afronté los problemas de cara, y ya somos mayores para cambiar.

- Claro, claro, y bien que te fue con esos métodos, o necesitas que te recuerde por que deberías evitarle y como resulto vuestro ultimo enfrentamiento directo.
Al menos puedo presumir de la rebeldía, no como tú. Eternamente encadenado a esa lanza y esa copa, que debes ocultar escondidas, pues si los monjes las descubrieran te apartarían de tus preciados tesoros.
Pero no te preocupes, no estoy aquí para pelear, dime, ¿has logrado descubrir como revertir la maldición?.

- No, lamentablemente las pistas siguen ocultas. En algunos monasterios puedo recuperar parte de las historias, piezas de antiguas profecías, pero nada que aclare que debo hacer,
Si tan solo hubiera estado quieto como ahora aquel atardecer, pero no, tenia que clavar aquella lanzada en su costado y después burlarme bebiendo su propia sangre en la misma copa que Él usara la noche anterior.

- Una mala elección, desde luego, entraste en comunión con poderes que no entendías, y aquí estas, escondiéndote de la luz, y alimentándote como aquella noche, de la sangre de los desafortunados que se te cruzan.
Créeme que lamento tu condena, aunque no pienses que te vaya a ayudar, a fin de cuentas Longines es uno de mis mejores suministradores de almas.

- Lo se, “mentiroso”, es curiosos que “el dador de luz” sea tan aficionado a los atardeceres, supongo que es una cruel ironía, pero no te preocupes, la lanza me habla a veces, se que no siempre podré ocultarme en harapos, la lepra pasara, pero yo continuare, y algún día descubriré como vengarme, no solo del pez gordo, sino también de ti y tus burlas.

- Como quieras, en cualquier caso el sol ha desaparecido, y ambos debemos marchar, tu a alimentarte cuando te puedas quitar todo eso, y yo a mis dominios, alejado de estos paraísos que me están prohibidos.


Sin mediar más palabra, ambas figuras se fundieron con el aire, no desapareciendo, sino mas bien como si jamás hubieran estado allí.
El pescador, ya camino de su hogar cargado de aparejos, dudo por un instante, jurando que antes hubiera algo encima de aquella roca, pero sin poder recordarlo terminó por continuar su camino.



Cuentan algunas leyendas que Longines, el romano que clavo una lanzada en el costado de Cristo en la cruz se apoderó del santo grial, y que bebiendo de el la sangre que caía se convirtió en el primer vampiro, anterior incluso al propio Vlad Drakul.
Aunque prefiera más la leyenda transilvana, y puestos a añadirle edades al mito lo haría anterior incluso, independiente del cristianismo, esta vez he usado esta vieja leyenda, ubicando una conversación entre Longines y Lucifer en tiempos de la lepra, la plaga que asoló Europa, y que por que no pudiera provenir de las infecciones de un mordisco de tan malsano ser.

Además, aunque originalmente no fuera un dialogo, este encuentro es el que rondaba mi cabeza desde que vi estos atardeceres en el blog de Meri, y ya tocaba finalizar la historia.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Reencuentro

Paseando por el parque donde jugara de niña hace tantos años, Silvia Montenegro sentía aflorar los recuerdos, de aquellos años felices y lejanos.

Con la rodilla en el suelo, se recreaba en deslizar su mano por entre las hojas rojizas del otoño que inundaban el suelo, formando nuevos terrenos en las olas caprichosas, y apretujando algunas al azar mientras las notaban quebrarse en mil pedazos entre sus dedos.

Su otra mano permanecía apoyada en el árbol, aquel al que acudiera con sus amigas y una pequeña navajita, para marcar los nombres de sus enamoramientos juveniles.
Casi podía notar todavía las letras en su palma, sin siquiera mirarlas, como si aún pudiera recordar la geografía de aquella corteza casi sagrada para los juveniles corazones.

De repente algo la sobresaltó, una sensación de estar siendo observada, y al levantar la mirada, buscando sin saber el que, descubrió una reluciente cámara fotográfica, posiblemente recién estrenada, y que escondía tras de si una gruesa bufanda de lana granate, a juego con el gorro.
La dueña, armada con una sonrisa azarosa se apresuro a disculparse, dispuesta a que sus mejillas completaran el colorido conjunto de los accesorios.

Al girarse sin embargo, volvió a llamar su atención, un ajado llavero, quizás anónimo para el resto de la gente, pero que despertó su memoria, evocando esos mismos ojos que hacia unos instantes se habían apartado del visor de la cámara, pero que tanto tiempo antes rezumaban complicidad.

Aventurándose a llamarla por un nombre olvidado, obtuvo como recompensa una sonrisa, picara y juguetona como entonces, antes que Rocío y Silvia se sentaran en la roja alfombra, a la sombra del árbol, como tantas otras veces, dispuestas a recordar y beber los vinos de la memoria, envejecidos en la barrica de los corazones.

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Espero que Xicila y Meri me permitan el pequeño sacrilegio de versionar sus respectivos cuadro y fotografía, con este texto.
Personalmente me permito preferir sus imágenes.




viernes, 12 de diciembre de 2008

Pasaporte al infierno



Aquellas almas torturadas pasaban incesantes, arrastrándose por entre las gritas de las rocas, hasta inundar los suelos.
Esencia de muertos anónimos, pues una vez traspasadas las fronteras del aliento, pocas señas de identidad son mantenidas, al menos no aquellas que no merezcan permanecer inmutables.

En su asiento de roca, encadenado por inexistentes responsabilidades, hacia sonar el cuerno con cada llegada, anunciando el goteo de almas diversas de toda índole y condición.
Llevaba allí más tiempo del que pudiera recordar, como también olvidó los pecados que le llevaron a tal penitencia, mudo, sordo y ciego, con su cara deformada en una lisa capa metálica, fría e insensible, así como carente de todo rasgo.

Le hubiera gustado chillar a todos esos infortunados que se arrepintieran de sus actos, clamar al cielo que se detuviera la rueda del mundo, pero le estaba vetado tal acto de rebeldía.
Sin amenazas, imposiciones ni ruegos, tan solo era su función, la única que lograba recordar, y así bramaba su cuerno, franqueando el paso al oscuro río, antaño denominado Estigia, a aquellos que eligieran los tortuosos caminos, y que cruzadas las aguas sufrirían no solo castigos, sino la futilidad de sus pecados, cuando se hallaban rodeados de semejantes.

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Me recomiendan visitar la pagina de Javi “Moléculas”, y tan solo la primera ilustración de portada, ya me basta para cautivarme.
No dudo que me perderé por sus rincones, pero espero que este pequeño texto sirva como homenaje inicial, y que más gente se anime a visitar la pagina, que desde ya se encuentra entre mis favoritas.

Dibujantes.org - Javi "moléculas"

martes, 2 de diciembre de 2008

Huida al sol


El ocaso teñía cielo y tierra dando forma a un mundo inflamado en rojo fuego y negras sombras, frontera entre vigilia y pesadillas.

Su resuello escapaba a borbotones, huyendo despavorido de los pulmones a cada zancada, directo al horizonte donde el traicionero orbe se escondía cada vez más lejano.

Tanto tiempo corriendo castigaba sus piernas, y hacia ya que las punzadas se tornaran en fuertes dolores, pero no podía parar, el destino de los suyos dependía del tiempo que ganara, de cuanto lograra alejarse antes del ultimo rayo de luz.

Hasta ese momento el plan se había mostrado impecable en su sencillez.
Aprovechando la luz más intensa para internarse en sus dominios y hacer arder la morada del señor vampiro, para después salir corriendo al limite de su capacidad.

La mente de un vampiro común es simple, guardan un rastro obsceno de individualidad, de la persona que asesinaron, usurpando su cuerpo y alma, pero el rastro es leve, irreconocible a veces.

Mientras que toda iniciativa y pensamientos complejos parten del señor que diera lugar al foco de maldición. Lores oscuros renegados de cualquier fe, de origen enterrado en las brumas del tiempo.

El fuego cumplió su propósito, concentrando a todas las criaturas en la defensa de su amo, sofocando las amenazantes llamas, para después iniciar los preparativos de la persecución y castigo.

No fue difícil de localizar, nunca se preocupó de borrar el rastro, solo de correr más rápido.
Tampoco les costó alcanzarlo, pues en las sombras de la penumbra sus poderes les prestaban arcanos apoyos, y en ese terreno fronterizo del anochecer ya le acosaban esquivando los restos de luz.

Sin duda era la presa de la cacería, una liebre indefensa y ofrecida al festín de los furiosos perros azuzados hasta la rabia.
Pero el plan no estaba concebido para escapar, solo para obtener tiempo, para permitir alejarse a los suyos en dirección contraria.
Correr en dirección al sol tan solo le reportaría unos instantes de luz extra, pero era todo lo que tenía, y a ellos les resultaría especialmente irritante.

Podía sentir los agudos chirridos desde las sombras del camino, en aumento según estas se alargaban, hasta que ahora lo dominaban casi todo.
Trastabillándose alcanzo el borde de la loma, dejándose caer hacia abajo, rodando sin casi sentir las heridas por puro agotamiento, olerían la sangre y se alterarían aún más si era posible.

De nuevo abajo siguió corriendo ignorando los avisos de su cuerpo, con el caliente regusto de la sangre en su boca.
Estaba muerto, y lo sabia, solo era cuestión de tiempo y se acababa.

Solo unos segundos más, las ascuas se apagaban en el horizonte difuminando las figuras, mientras diminutas luces poblaban la oscuridad, cientos de ojos ansiosos y preparados.

No le matarían todavía, lo arrastrarían hasta su señor, que se alimentaría de él lentamente, saboreando cada gota, cada grito. Pero no le daría el gusto de las suplicas, ya se había cortado el mismo la lengua, depositándola al inicio del camino como una burla final, todo por evitar que prestaran atención al resto de la gente.

El ultimo haz de luz se escurrió enfriando el resplandor y sus fuerzas le traicionaron, postrándolo sus rodillas en el suelo, entregado y abiertos los brazos en cruz, con un bramido a la ausente luna.

La noche se convirtió en mortaja de afiladas garras, y el aire en colmillos, destrozándole con la rabia de un huracán.

Si pudiera reiría, solo guardaba esperanza.
Su agonía sería lenta, pero deseaba que durara hasta que el vampiro descubriera la trampa.

Su sangre había sido envenenada esa misma mañana. No necesitaba escapar, por que ya estaba condenado en cualquier caso.
Un cebo mortal que se les había ofrecido apetitoso y al que nunca podrían resistirse.

La ultima mirada al cielo le devolvió las nubes, y en ellas dibujados los rostros de su esposa, muerta por las impías criaturas, y su hija, ojala a salvo con el resto del grupo.
Se despidió con la mente, orgulloso de haber caído firme, aguantando los dolores hasta apagarse el sol, desafiante hasta el final, para lograr el premio de la venganza.