Paseando por el parque donde jugara de niña hace tantos años, Silvia Montenegro sentía aflorar los recuerdos, de aquellos años felices y lejanos.
Con la rodilla en el suelo, se recreaba en deslizar su mano por entre las hojas rojizas del otoño que inundaban el suelo, formando nuevos terrenos en las olas caprichosas, y apretujando algunas al azar mientras las notaban quebrarse en mil pedazos entre sus dedos.
Su otra mano permanecía apoyada en el árbol, aquel al que acudiera con sus amigas y una pequeña navajita, para marcar los nombres de sus enamoramientos juveniles.
Casi podía notar todavía las letras en su palma, sin siquiera mirarlas, como si aún pudiera recordar la geografía de aquella corteza casi sagrada para los juveniles corazones.
De repente algo la sobresaltó, una sensación de estar siendo observada, y al levantar la mirada, buscando sin saber el que, descubrió una reluciente cámara fotográfica, posiblemente recién estrenada, y que escondía tras de si una gruesa bufanda de lana granate, a juego con el gorro.
La dueña, armada con una sonrisa azarosa se apresuro a disculparse, dispuesta a que sus mejillas completaran el colorido conjunto de los accesorios.
Al girarse sin embargo, volvió a llamar su atención, un ajado llavero, quizás anónimo para el resto de la gente, pero que despertó su memoria, evocando esos mismos ojos que hacia unos instantes se habían apartado del visor de la cámara, pero que tanto tiempo antes rezumaban complicidad.
Aventurándose a llamarla por un nombre olvidado, obtuvo como recompensa una sonrisa, picara y juguetona como entonces, antes que Rocío y Silvia se sentaran en la roja alfombra, a la sombra del árbol, como tantas otras veces, dispuestas a recordar y beber los vinos de la memoria, envejecidos en la barrica de los corazones.
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Espero que Xicila y Meri me permitan el pequeño sacrilegio de versionar sus respectivos cuadro y fotografía, con este texto.
Personalmente me permito preferir sus imágenes.
Con la rodilla en el suelo, se recreaba en deslizar su mano por entre las hojas rojizas del otoño que inundaban el suelo, formando nuevos terrenos en las olas caprichosas, y apretujando algunas al azar mientras las notaban quebrarse en mil pedazos entre sus dedos.
Su otra mano permanecía apoyada en el árbol, aquel al que acudiera con sus amigas y una pequeña navajita, para marcar los nombres de sus enamoramientos juveniles.
Casi podía notar todavía las letras en su palma, sin siquiera mirarlas, como si aún pudiera recordar la geografía de aquella corteza casi sagrada para los juveniles corazones.
De repente algo la sobresaltó, una sensación de estar siendo observada, y al levantar la mirada, buscando sin saber el que, descubrió una reluciente cámara fotográfica, posiblemente recién estrenada, y que escondía tras de si una gruesa bufanda de lana granate, a juego con el gorro.
La dueña, armada con una sonrisa azarosa se apresuro a disculparse, dispuesta a que sus mejillas completaran el colorido conjunto de los accesorios.
Al girarse sin embargo, volvió a llamar su atención, un ajado llavero, quizás anónimo para el resto de la gente, pero que despertó su memoria, evocando esos mismos ojos que hacia unos instantes se habían apartado del visor de la cámara, pero que tanto tiempo antes rezumaban complicidad.
Aventurándose a llamarla por un nombre olvidado, obtuvo como recompensa una sonrisa, picara y juguetona como entonces, antes que Rocío y Silvia se sentaran en la roja alfombra, a la sombra del árbol, como tantas otras veces, dispuestas a recordar y beber los vinos de la memoria, envejecidos en la barrica de los corazones.
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Espero que Xicila y Meri me permitan el pequeño sacrilegio de versionar sus respectivos cuadro y fotografía, con este texto.
Personalmente me permito preferir sus imágenes.
3 comentarios:
De sacrilegio nada, todo un honor. Queé capacidad para imaginar y relatar. Me he visto jugando con las hojas, con el aire frio rozando mi cara....un pequeño viaje gracias a ti.
Nada, sólo nos falta la música!
El relato es encantador, Kaos...
Reencuentro en mi casa, Kaos. ¿No tendrás un rato el martes?
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