Donde se inicia un viaje y se ven sus consecuencias.
Y Alguien que conoce demasiado bien sus tribulaciones, escribe en el aire la historia de dos viejos conocidos, de los que ya se habló por aquí.
El inicio de la historia, tal vez el final...
La mitad se encuentra en: Los amores prohibidos deben ser protegidos
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Hay viajes de los que no es posible regresar al punto de partida, ni que improvisemos rutas, ni que andemos hacia atrás posando los pies sobre nuestras propias huellas.
Y es que las marcas que esos viajes dejan en nosotros son aún más profundas que el mismo tiempo.
El mismo paraíso se puede llegar a convertir en un infierno si se prohíbe el amor, si rozas con los dedos tu mayor anhelo y te lo niegan.
Tal era la desesperación de Xapher e Yliana y por eso se aferraron a un clavo ardiente para cristalizar su amor, deseo eterno impronunciable.
En condiciones de necesidad, una sola chispa basta para prender un incendio, y Xapher respondió a los gritos airados, rebelándose sin convicción en sus aliados, sin creer en la revuelta misma, pero con sus propios motivos, los mas poderosos, los de un enamorado.
Pero los grandes sentimientos no suelen alterar el destino, mucho menos si el destino los retuerce atados a estandartes equivocados, y las espadas flamígeras cortaron las alas de sus anhelos, expulsándolo para que cayera junto a sus grotescos amos circunstanciales a las grutas avernales.
Junto al ángel que antaño fuera el más elevado, aquel apodado “el dador de luz”, cayeron sus regimientos, mariscales afines a los idearios de Lucifer, pero también las tropas, soldados rasos de un ejercito, que como en todas las armadas de la historia, no siempre compartían ideales con sus mandos, y algunos, como Xapher tan solo buscaban su propio espacio.
Grotescamente oscurecida su piel, desfigurado, atrofiadas sus alas, pervertido su aliento, qué esperanza le podría quedar para rebelarse nuevamente y huir...
No podría volver al cielo, no podría salir del infierno, pero lo peor es que nunca volvería a ver a Yliana.
Con los siglos, aprendió la forma de ausentarse por breves periodos, escondiéndose en la tierra, y hallando el gozo al reunirse con su amada.
Ella, que acepto el cargo de ángel de la guarda, tan solo para poder salir de los muros de la ciudad de plata y así rastrear la mitad ausente de su corazón.
Furtivamente se encontraban en bosques impenetrables, noches sin luna, en las que hasta los ojos de la magia quedan ciegos.
Un amor prohibido mientras exista el universo.
Años pasaron en que los breves y ardorosos contactos les permitían subsistir, rescoldos de pasión, con la que al menos ahora podían calentarse.
Sin embargo, como casi todos los grandes amores, aquellos capaces de hacer girar el mundo, terminó trágicamente.
Pero esa es otra historia, y ya será contada cuando llegue la hora, baste saber por el momento que Xapher fue traicionado por un rimador, absurdo bufón que saltaba pícaro al rededor de la corona de perdición, y que la música y rimas de tan infame diablillo dieron con la cabeza de un antiguo ángel empalada en el puente, delante de la puerta principal del averno, junto al lago de brea en el que aterrizaran el infame día.
Yliana creyó enloquecer al repetir la escena de perdida, y huyó desesperada, tratando de localizar el cuerpo desterrado de su amado.
De su búsqueda, y de su reencuentro quizás dependan más cosas que dos latidos acompasados.
Por que la cabeza de un ángel no se desprende del libro del destino tan solo por separarse de su cuerpo, y el amor, si se persigue con el suficiente ahínco tarda mucho en arder.
Pero como decía, esas serán otras historias, y tiempo habrá de seguir la pista del hilo que une sus vidas en el telar infinito de la existencia.
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