Llueven miradas a tu paso, y la mía la llevas prendada de tus negros rizos
La vertiginosa falda de tu vestido verde, se desliza con sus llamativas flores por el césped, iluminando las piedras de los edificios, envidiosas de tu magnetismo.
El cruce con tu mirada es el vacío del firmamento, que desearía iluminar con las estrellas, gotas de sudor en nuestros rostros por el sol de la mañana.
Febriles sueños de perdición entre callejones, que contemplan nuestras fugaces miradas, como tantas otras que vieron en los años.
Ya sentados, una cerveza tras otra entrelazamos ideas, sueños, coqueteos y roces, y el atardecer nos sorprende de nuevo en el jardín de las flores donde empezamos.
Creo que hoy los vecinos que nos observan van a dormir poco, y seguro que mañana nos miraran mal si nos cruzamos, pero será por la envidia de no poder mirarte con mis ojos.
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