Sus pendientes tintineaban sugerentes paseando por el jardín, agachándose de tanto en tanto para recoger alguna hoja caída que llamara su atención.
No cabe duda que la vida puede ser maravillosa en una soleada tarde, imprevista en el ataque del otoño, buceando entre hojas y reflejos por el paseo.
Sus 20 años enarbolaban la bandera del frenesí, tiempos en que ver, desear, y disfrutar se funden en un solo verbo.
Era consciente de las miradas sobre sus pasos, y la entusiasmaba el juego. Desde luego que a los hijos de los jardineros de la casa no les cundiría hoy su labor.
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