Se trata de una noche fría y húmeda, de esas que se calan hasta los huesos. Pese a que hay luna llena, la luz escasea, debido a la niebla, cerrada hasta el punto de dudar la identidad de quien tengas al lado.
Las calles han quedado desiertas hace rato debido a lo desapacible del clima, y tan solo algunos incautos transitan por ella mientras observo por la ventana. Una de esas noches de las que hablan leyendas oscuras y de conspiración.
Y no se me ocurre una noche en mi vida que hubiera deseado estar mas lejos, bueno, quizás la noche de hace dos días, cuando empezó todo. Como si se tratara de un mal presagio, entonces me encontraba mirando por la misma ventana, igualmente con la noche envuelta en la niebla, aunque bastante mas tarde.
Ya no quedaba nadie por la calle, y tan solo se oían aullidos de lobos del monte, cuando una silueta se empezó a perfilar entrando en el pueblo. A medida que se acercaba, le pareció una figura femenina por lo que le intrigaba que se aventurara solitaria en la oscuridad, pero su andar parecía dubitativo como si llevara una pesada carga invisible.
Cuando estaba a punto de tomar su abrigo y bajar a ayudar a la desconocida la vio pararse y desaparecer, por lo que supuso que había llegado a su destino y entrado en alguna de las casas. Por la situación creía que se trataba de la casa del doctor, un antiguo monje que había roto sus votos por una mujer y decidió recluirse en aquel paraje apartado, donde su pasado fuera perdonado en favor de su utilidad a la comunidad, pese a su mal carácter, y que aquel "amor" tenia aspectos extraños y dolorosos, en especial para mi, aunque haya preferido olvidarlos.
Lo extraño es que su mujer había muerto hacia un mes de extrañas fiebres, tras volver de una excursión campestre en honor del patrón del lugar. ¿Quien era aquella extraña que se aventuraba a altas horas en la casa del viudo doctor? cabía la posibilidad de tratarse de una de las mujeres del cercano burdel, que aunque se encontraba en el extremo contrario del pueblo, se hubiera desviado en la oscuridad. En cualquier caso, durmió profundamente olvidando el suceso hasta la mañana siguiente, cuando le despertaron los gritos de la calle.
Un examen desde la ventana fue inútil, ya que se había agolpado la gente junto a la puerta de la casa del galeno, y una vez que pudo vestirse y bajar, la guarnición del condado ya había puesto coto a la casa e impedido el acceso, pero nada pudieron hacer contra los aterradores rumores. Y es que según se contaba, el pobre infeliz había sido encontrado brutalmente asesinado. A partir de aquí no podía saberse cuanto había de realidad y cuanto de leyenda, pero si la mitad de los detalles eran ciertos se trataba de algo espeluznante, en especial por el descuartizamiento en que coincidían la mayoría de las versiones, al igual que sonaba ridículo que según otras, en una situación así no se viera sangre en la casa.
Los misterios de la mente colectiva permitieron que el día fuera apacible tras tan desgraciado suceso, pero al amanecer siguiente, el pueblo se vio de nuevo sobrecogido por una nueva muerte, la del juez del pueblo, un hombre respetable al que todo el mundo tenia afecto, por lo que se dejo sentir el efecto demoledor en el animo. El juez había sido encontrado en su cama, pálido y con expresión de terror en su rostro.
Nadie tenia muy clara la causa de la muerte, aparentemente natural, si no fuera por la mascara de horror que quedo grabada en su semblante, con la mirada perdida en el infinito, pero la psicosis que extrañamente había aguantado la noche anterior, se desato ahora en el pueblo, donde todos desconfiaban entre si al tiempo que miraban al bosque con recelo, sin saber si temer de sus vecinos o de un bandido despiadado.
La espoleta que inflamo los ánimos llegó a la mañana del tercer y fatídico día, cuando una sirvienta corrió hasta la plaza, gritando que había encontrado muerto a su señor. La pobre muchacha se encontraba al borde de la histeria, por lo que fueron necesarios cuidados inmediatos, para que se serenara y nos contara la situación, que las autoridades habían ido a inspeccionar, mientras ella era inspeccionada.
Pero no hubiera hecho falta, pues conocíamos la escena, idéntica a la de del juez, tumbado en su propia cama, completamente lívido y aterrorizado, con una extraña mueca y sus manos contraídas en una posición reveladora de espasmos.
Y así estoy ahora, volviendo a mirar la misma escena, en la misma ventana, cuando de repente, la tranquilidad de la noche me ha descubierto lo que no vi en medio de la actividad del día, no me percate de la circunstancia, pero reflexionando he conseguí atar cabos y relacionar a los tres difuntos, puesto que el acaudalado señor era el padre de la difunta señora del doctor, y el juez era el padrino de la muchacha y por tanto también participo en aquella ceremonia, de la que ahora solo quedaba con vida una persona, el cura que la oficio.
Sin alcanzar a pensar en que le puedo contar, o lo absurdo de la situación, corro como un poseso entre los jirones de la niebla en dirección a la iglesia, para prevenirle de mis sospechas.
Me encuentro el amplio portón de la capilla principal entreabierto y con luz dentro por lo que entro empujando fuertemente las grandes puertas, cuyo golpe retumba en el recinto, y la escena que allí veo me bloquea la mente, incapaz de asimilarla.
Allí esta Ella, la difunta esposa del doctor, con el cura a sus pies, tan pálido como las anteriores victimas, y la sangre, ausente en el escenario, pero presente en sus labios.
Aterrado, soy incapaz de reaccionar cuando ella se gira, mirándome fijamente, con ojos penetrantes y un semblante de implacable resolución, tan solo puedo preguntarme como ha logrado entrar aquí, el santuario de una religión donde se supone vetada su presencia.
Ella se percata de mi pregunta sin siquiera haberla formulado y me señala a la cruz, - "Un símbolo es tan fuerte como la voluntad que se aferra tras el, y la voluntad del buen párroco se hallaba muy alejada de este lugar, ¿y la tuya?"
La veo acercarse y la memoria me traiciona devolviéndome recuerdos que guarde en un profundo cofre, y que ahora tan solo me congelan de forma mas profunda, ya que ella era mi prometida, y aquella oscura boda tan solo se celebro por que yo me encontraba ausente por engaños. El impacto del choque entre el lastimoso recuerdo y el terrorífico presente rompe mi control y me siento derrumbar, arrodillado y llorando por el cruel destino.
Ella me levanta con su gélida mano en mi mandíbula, y me eleva como si fuera un papel caído. Libre ahora de los secretos, de mi conciencia y de los miedos, noto como el viento estalla tras de mí, atravesando la puerta, y arremolinándose por toda la iglesia, con la furia de quien quisiera destruirla, para de nuevo salir, dejando escarcha a su paso como único rastro. Ni tan solo el cuerpo del padre, que ha desaparecido en los brazos de la noche, y sin saber si lo escucho o lo imagino, ambos recibimos el mensaje, es el momento de terminar la historia.
Ella inclina mi cabeza, y acerca su boca. Su aliento es frío como el hielo, y no puedo evitar un escalofrió de terror primario. Noto sus labios y su lengua, haciendo que mi corazón palpite acelerado pero con la dificultad de la perdida de temperatura.
Siento sus colmillos sobre mi piel, y se me eriza todo el vello del cuerpo, los noto presionar, a punto de romper la fina piel que les separa del dulce néctar que ansían.
Y de repente vuelvo a caer al suelo, como un muñeco roto, ha desechado mi vida, y ahora me mira con una pena absoluta, me cuenta que el doctor la violo y embarazo durante mi ausencia, y que ella acepto la boda amenazada, que fue todo una tontería, pero que cuando quiso remediarlo fue asesinada. Desconocía que la había suministrado, pero el doctor la mato.
Ese fue el motivo de que abrazara los oscuros caminos de la oscuridad, hasta cerrar el círculo con la sangre de todos los implicados. Y sin embargo, prefería recorrer la senda de la no vida eternamente antes que causar esta ultima muerte.
Al pronunciar sus últimas palabras creo ver en sus ojos un atisbo de lágrima, pero es demasiado fugaz, ya que avanza de inmediato saliendo del recinto, y con ella parece salir todo el aire allí contenido, cerrando las puertas en un golpe atronador, y quedando yo a oscuras, con la unica compañía de mis lágrimas y recuerdos.
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